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Energía y humanidad, nuevamente juntas

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23 de diciembre de 2018, 8:00 AM
23 de diciembre de 2018, 8:00 AM

Como mencioné en una nota del 2013, a lo largo de los siglos el dilema humano esencial se centró en cómo crear energía, cómo conservarla y de qué manera usarla para propio beneficio. La historia del hombre es también la historia del desarrollo energético. Partiendo de los elementos naturales (agua, tierra, fuego y vientos) se fueron generando técnicas e invenciones. El homo sapiens siempre procuró ahorrar energía, tanto para sí mismo al acumular grasa en su cuerpo cuando podía comer en abundancia, como también salvó energía para su vida cotidiana.

La progresiva domesticación de equinos, vacunos, ovinos, perros y gatos, significó un notable ahorro energético al brindar protección contra alimañas, compañía para cazar, transporte, seguridad, y la posibilidad de tener alimentos a la mano (proveedores energéticos) sin necesidad de buscarlos gastando en el esfuerzo buena parte de la energía acumulada.

El avance dinámico del progreso perfeccionó lo conocido y precipitó otras innovaciones aptas para satisfacer requerimientos energéticos de la vida en sociedad. Los romanos construyeron sus famosas “vías” con centro irradiador en Roma, capital del imperio. Era una manera de ahorrar energía y de avanzar -con poco esfuerzo- para seguir conquistando o preservar lo obtenido. Las modernas autopistas reflejan ese legado del pasado. Luego vino el tiempo del vapor y de la electricidad, ferrocarriles, automóviles y aviones, culminando con la era atómica, espacial, cibernética y multitud de otros productos que surgieron por la perenne lucha en pos de salvar energía.

Sin embargo, tras una positiva evolución milenaria, se ha llegado a un nivel negativo. El hombre ya no ahorra energía, la dilapida. Y es un giro muy peligroso. La ausencia del sentido histórico del ahorro energético produjo el dañino efecto invernadero, la contaminación y el calentamiento global.

Con el cambio de la matriz de los combustibles fósiles felizmente se está recreando -poco a poco- el sentido pretérito del ahorro energético. Volvemos al pasado, pero con lo mejor de la tecnología disponible hoy. Carbón y petróleo irán siendo reemplazados. Este proceso reorientará a la humanidad hacia el ahorro de energía y volverán a marchar juntas.

Varias de las recientes acciones ecológicas forman parte del Acuerdo de París, nuevo esfuerzo global para tener un mundo mejor. En 2050 habremos llegado al límite de contaminación en varias regiones. Para impedir esa calamidad urge seguir transitando hacia un ma-yor uso energético de recursos renovables e impolutos

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