Opinión

Encrucijadas

El Deber logo
12 de enero de 2019, 21:05 PM
12 de enero de 2019, 21:05 PM

Una foto del presidente Morales rodeado de una docena de empresarios, en un ambiente no formal, aparentemente distendido y marcado por rostros sonrientes, fue suficiente para reactivar críticas muy duras dirigidas más a los empresarios que al propio Gobierno. Publicada en la cuenta oficial de Morales en Twitter el Día de Reyes, resultó ser presente griego para uno de los sectores más golpeados por las políticas gubernamentales, aunque muchos insisten –y no sin algo de razón– en decir que son los “privilegiados” del “proceso de cambio”: el gran empresariado. La lista de adjetivos negativos fue larga.

No sorprende la publicación de la foto ni las reacciones que esta provocó. Sorprende más bien el silencio de muchos de los empresarios allí identificados, como también las breves excusas expuestas por un par de ellos. Sobre lo primero, no hay razones para abundar en el análisis: está claro que Morales necesita cada día más de fotos como esa para tratar de contrarrestar el rechazo ciudadano que provoca su atropellado intento de perpetuarse en el poder, violando leyes e incluso la voluntad popular, como fue la expresada en febrero de 2016, tras el referendo que dijo No a la reelección indefinida.

Tampoco debería ser necesario abundar en explicaciones sobre las razones de la oleada de críticas. No al menos si se está acompañando de cerca y en detalle la realidad política nacional, algo que sin duda deben estar haciendo los empresarios, sin excepción alguna. Menos aún si se es parte de uno de tantos sectores afectados por las decisiones políticas que toma el Gobierno y que prevalecen sobre las económicas. ¿O acaso no fue considerada así por los empresarios la medida oficial del doble aguinaldo en 2018? Esta entre muchas otras que afectan las inversiones privadas nacionales, grandes y chicas.

Es cierto que no todo ha sido mala noticia para los privados. El Gobierno ha sabido darles una que otra cucharada de miel entre tantas de hiel, a la par de que los ha convencido –más por lo amargo que por lo dulce– de no entrometerse en la política. A muchos de ellos la letra les ha entrado con sangre. Es decir, a palos. Tanto, que siguen invirtiendo, pero con el Jesús en la boca. Con más miedo a Evo que a los riesgos naturales del mercado. De ahí que no solo no se atrevan a decirle no a una llamada de Presidencia para un juntecito como el de la foto, a sabiendas de que el fin es político, sino que además cedan al juego.

La verdad es que resulta difícil comprender la lógica empresarial de algunos sectores o, mejor dicho, actores. Muchos de ellos acostumbrados a asumir grandes riesgos a la hora de tomar decisiones importantes en sus empresas, pero que ahora se muestran perdidos. Una puede incluso intuir desde afuera de ese mundo de grandes capitales que los dueños de estos están enfrentando hoy en Bolivia una de sus encrucijadas más difíciles. Pero, ¿es este el camino correcto, someterse sin titubeos al capricho de un régimen que demuestra a diario no tener escrúpulos en el ejercicio abusivo del poder? ¿Y más aún, justificarlo?

He escuchado a más de uno decir que habría que estar en el pellejo de esos empresarios para poder cuestionarlos. Que, además, lo más normal en el mundo es que un empresario se reúna con los gobernantes. Claro, lo más natural en un país normal. Pero no estamos viviendo una normalidad, por decirlo de alguna manera. Estamos bajo un Gobierno que no escatima esfuerzos para imponer su voluntad por encima de todo interés público. Este es un régimen dispuesto a cortarle la cabeza a quien sea con tal de no largar el poder que detenta hoy. Nada natural, por supuesto, en un país que se declara democrático y para una sociedad que aspira a seguir viviendo en democracia.

¿Cómo salir de la encrucijada? ¿Cómo enfrentar a este poder, con inteligencia y sin ponerse la soga al cuello? ¿Cómo combatir al miedo tan hábilmente alimentado desde la cúpula oficial? ¿Cómo evitar la confrontación entre distintos, pero a la vez iguales en las aspiraciones de vida en libertad y democracia? Tal vez comenzando por borrar todo tipo de eufemismo en las interpelaciones y respuestas públicas. Quizás combatiendo con más ahínco contra el miedo que paraliza o empuja a claudicaciones vergonzosas. O, quién sabe, simplemente recuperando la conciencia ciudadana y el sentido común.

Tags