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13 de enero de 2019, 4:00 AM
13 de enero de 2019, 4:00 AM

Empezamos el Nuevo Año 2019, despedimos el 2018, esperamos la medianoche y disfrutamos de los fuegos artificiales y de las tradiciones, como si aquello fuese el inicio de otra vida, comimos las doce uvas tradicionales, estrenamos ropa interior de los colores de la suerte, contamos billetes, nos trepamos a una silla y desde allí, nos sentimos gigantes, subimos escaleras, salimos a la calle con una maleta porque quisiéramos conquistar el mundo viajando de un extremo al otro, barrimos a más nos poder y rezamos a San Silvestre, el santo de la escoba, el que se lleva las enfermedades y los dolores; luego bailamos hasta el amanecer, brindamos con bebidas espumosas, algunas alcohólicas, otras no tanto… Creímos que el ciclo que se inicia iba a borrar todo lo anterior, que lo que íbamos a vivir iba ser diferente, que nos miraríamos al espejo y mostraríamos una sonrisa nueva, con los ojos asombrados nos quedaríamos extasiados al contemplarnos intactos y seguros de nosotros mismos, y pensaríamos en esos instantes, “total, lo malo ya se ha quemado entre las cosas viejas, ya está”, seguro el clima también es esplendoroso, lo malo que sucedió no tiene ninguna importancia. Aquella esperanza frustrada que nos hace ver irrealidades. Algunos pensamos que las cosas no fueron tan malas, sorpresas y riqueza espiritual acumulada. Otros, quieren olvidar. Dar la vuelta la página y escribir otra historia.

Lo cíclico y la secuencia de los días, quedaron escritos como siempre, en la historia, en los libros, en la memoria, en las calles, en los periódicos y en la voz de la gente que no ha perdido la costumbre de llevar las noticias tergiversándolas, muchas veces. Esa especie de comunicación que no hace mucho bien. La voz de la calle y el lenguaje del viento, a veces nos traen temor, incertidumbre y desesperanza. Lamentablemente, los tiempos son los mismos, nada va cambiar si nosotros no cambiamos de actitud. El cambio de año, no es nada más que tomar otro autobús con el mismo chofer conduciéndolo. No quiero ser pesimista pero tenemos que abrir los ojos para no caer en el juego del odio y la desesperación, en el planeta existe la pugna entre el bien y el mal. Estamos atónitos ante lo que nuestros ojos observan por la televisión, por el internet y al frente de nuestra propia casa. Una lucha de poder, de figuración, de prepotencia, de violencia, de soberbia, hay gobernantes que se creen dueños de sus países y otros peor todavía, dueños del planeta. ¿Qué se hace con semejantes monstruos salidos de un cuento de Lovecraft? Los mismos males del año que se fue. Pero este año que se inicia derrotaremos la indiferencia y el miedo. Todo es posible, si tenemos fe.

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