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13 de agosto de 2019, 4:00 AM
13 de agosto de 2019, 4:00 AM

Venimos advirtiendo y estudiando el fenómeno del despoblamiento rural, el abandono de las zonas productivas y la presión migratoria sobre las ciudades y el eje central.

Y esto tiene también su impacto electoral. “Tres de cada cuatro electores en Bolivia tienen su centro de votación en los departamentos que conforman el denominado eje central. Es que, según datos preliminares del Órgano Electoral, en La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, en ese orden, se concentra el 73,16% de los habilitados para sufragar en los comicios generales del 20 de octubre.”

Debemos primero, comprender esa realidad, que va más allá de credos, y asumir su impacto en el corto y mediano plazo. La población del eje central, el año 2032 subirá al 83% y el 90% vivirá en zonas urbanas. Y no estamos haciendo nada diferente para que ello no ocurra.

El turismo sostenible abre una posibilidad fundamental para descentralizar la mente y apoyar la gestión en los territorios. Aunque ellos no lean este artículo.

Hemos construido lo más difícil, convencernos colectivamente que tenemos cualidades para ser un destino turístico internacional. Los 340 gobiernos locales, las nueve gobernaciones y el Gobierno central lo repiten en todos los encuentros y sus componentes forman parte de un capítulo en los planes de desarrollo.

Además del Salar de Uyuni, el Cerro Rico, el lago Titicaca, la Puerta del Sol, todavía nos falta completar la oferta de manera inteligente. La plazuela Calleja es el centro geodésico de América del Sur. Manuela Sáenz vivió en Sucre, sin que exista ningún elemento que lo reconozca. Tarija es la primera misión de Chiquitos, si aceptamos que ahí se aprendía la lengua chiquitana y se perfeccionaba la música misional. En Sorata se encuentra la descripción bíblica del Edén.

En Moxos están los canales fluviales de una civilización que manejaba las aguas… y la lista es infinita.

Para completar la tarea, tenemos que cumplir cuatro asignaturas pendientes.

Se necesita urgentemente, coordinación efectiva entre el Gobierno central con los niveles territoriales pues, sencillamente, no existe. Es en el territorio donde se da el hecho, donde está el atractivo y donde se materializa la oferta. Los niveles centrales, nacionales y departamentales, deben aprender a ser portavoces de ello.

Es imprescindible un administrador del territorio con autoridad y capacidad para velar desde los servicios higiénicos decorosos en las estaciones de venta de combustibles, hasta la salubridad de las comidas y la oferta de salud, frente a posibles emergencias.

En tercer lugar, tenemos que reconocer que llegar a Bolivia resulta de pagar precios muy altos, no competitivos con los destinos del vecindario. Nuestra oferta debe ser tan contundente, que minimice los costos.

Y finalmente, el más complicado y el que definirá el futuro del emprendimiento, que los bolivianos aprendamos y pongamos en práctica otra forma distinta de protestar, que supere el bloqueo de caminos y el cierre de carreteras. Debemos garantizarnos y a quienes nos visitan, que podrán planificar sus días de estadía y retorno, en condiciones previsibles sin que se constituya una variante de turismo de riesgo el venir a Bolivia.

Pero existe otra razón más para apostar por el turismo sostenible. Es el mejor instrumento para lograr cohesión social, acuerdo entre diversos que nos permita lograr resultados colectivos. La cadena social y económica del turismo sostenible, es la más completa y por ello, exige acuerdos sólidos y estables.

El año pasado fue el Año Internacional del Turismo Sostenible y 1.250 millones de turistas se movieron por el mundo. ¿Cuántos recibimos nosotros?

¡Cambiemos el chip y empecemos a competir con nuestra riqueza humana y geográfica!

 

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