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El oscuro horizonte electoral

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17 de marzo de 2019, 5:00 AM
17 de marzo de 2019, 5:00 AM

A siete meses de que los bolivianos asistamos a las urnas para elegir nuevo presidente de Bolivia, el panorama preelectoral luce sombrío, más portador de sinsabores que de proyectos que alienten un horizonte más optimista para el país.

Al parecer, las reglas del juego de las campañas electorales apuntan más a las denuncias de corrupción, a la guerra sucia, a los mensajes con noticias falsas e insultos, así como a la demagogia, que a propuestas sólidas sobre el rumbo político institucional, económico y social de Bolivia.

Frente al extravío de los actores políticos, los ciudadanos se sienten cada vez más decepcionados de la actuación de los que pretenden acceder al sillón presidencial. Por un lado, está el oficialismo, con el presidente y el vicepresidente del Estado liderando una campaña en la que los discursos son fatalistas y agoreros, haciendo ver que sin el actual mandatario el país se va a sumergir en la oscuridad. Como propuesta principal, se ha presentado un Seguro Universal de Salud que no termina de arrancar y que se ha iniciado con falencias, arrebatando atribuciones constitucionales a los gobiernos subnacionales. Sumado a lo anterior, el MAS ha sacado de la manga denuncias de corrupción que pretenden enlodar a los adversarios y tiene, cual espada de Damocles, procesos contra los candidatos que le dan pelea.

Los opositores no tienen mejor desempeño. Uno de ellos se ha ocupado de proponer que la ciudadanía se arme para enfrentar a los delincuentes, en un afán de generar polémica, más para dar que hablar que para resolver el grave problema de la inseguridad. Otro está desempolvando denuncias de corrupción contra el oficialismo y el tercero ha decidido dejar su escritorio para recorrer el país sin mayor efecto en la ciudadanía. A los otros ni se los siente en el acontecer diario.

¿Y las propuestas? ¿Y la visión de país que cada uno de ellos le ofrece a Bolivia? Hasta el momento, brillan por su ausencia. También parecen caer en saco roto los pedidos de unidad que han hecho algunas de las plataformas ciudadanas.

Y es que en esta campaña parecen haber dos realidades paralelas. La electoral y de efectos inmediatos que ven los políticos, por un lado. Por otro, la de los hechos, que presenta una economía ralentizada, con desafíos para superar la pobreza que aún es elevada; la de la falta de institucionalidad que genera vacíos y desconfianza en la ciudadanía; así como la de los problemas sociales que tienen que ver con salud, con educación, con inseguridad, con narcotráfico y otros males que son sufridos por el ciudadano de a pie. Ese es el motivo de la gran desconfianza que se refleja en varios estudios de opinión.

Frente a ese desconsolador panorama, solo queda esperar que la clase política se tome en serio la aspiración de gobernar el país y que reemplace la despiadada guerra electoral con propuestas que llenen de esperanza a los bolivianos, en lugar de embarrar la cancha con insultos y acusaciones sacadas de la manga con el único objetivo de desprestigiar al adversario, ya que ni haciéndolas se logra mejorar el descrédito y la alta corrupción que impera en Bolivia.

 

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