Opinión

El mundo mágico de Lucina

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17 de diciembre de 2018, 4:05 AM
17 de diciembre de 2018, 4:05 AM

La eterna casona alumbra Charagua desde que uno pone los pies en esta tierra de grandes historias: El oasis de Lucila. Así la ha bautizado Adhemar Suárez a este escenario donde estoy ahora: una casa enorme y dueña de una belleza que no envejece porque esta no es solo una casa, es un personaje que respira con el corazón en la mano y que cuando uno llega a ella lo acompaña como acompañan las madres a los hijos para que no se pierdan en el camino, para que la visita sea placentera y no se la olvide nunca.

El nombre de esta casa hace honor a la señora madre de Adhemar, a doña Lucila Salas de Suárez, que la descubrió como se descubre una joya que vale oro. Ella alimentó y eternizó la historia de este escenario que en los tiempos de la gran felicidad fue la primera factoría de la bebida de los dioses, del vino bueno que se convirtió en fiel compañero de personajes que llegaron hasta aquí para dar conferencias sobre temas científicos y culturales o para experimentar, sin pretenderlo, fenómenos paranormales, apariciones de fantasmas capaces de emitir ruidos estremecedores o hacer el milagro de que una sola botella de vino abastezca para toda una noche.

El oasis de Lucila es una casa eterna pero también es un libro de crónicas de no ficción escrito por Adhermar Suárez Salas. Y en ese libro –que es el que usted tiene en sus manos en este momento- su autor narra sobre esta vieja casa y sobre las historias que se guarda en ella, sobre los que vivieron aquí, sobre el secreto de sus paredes y sobre la Charagua maravillosa y el ruido de las balas de la Guerra del Chaco (1932-1935) que –si uno se concentra en las páginas de este libro- se siguen escuchando porque Adhemar Suárez tiene el talento para despertar los mayores misterios de la vida y de la muerte.

En El oasis de Lucila usted también conocerá a Casimiro Bossi, un italiano “hijo de una familia acaudalada, que muy joven quedó huérfano de padre y por desavenencias con su padrastro decidió escaparse buscando nuevos horizontes en Sudamérica”. Y este hombre de tierras lejanas llegó a Charagua y en los tiempos de la guerra contra Paraguay – continúa narrando Adhemar Suárez, brindaba apoyo humanitario a nuestros soldaditos que bajaron de la heladera al horno: de las alturas del occidente al Chaco brutal donde el sol gobierna sin Dios ni ley

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