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23 de marzo de 2019, 4:00 AM
23 de marzo de 2019, 4:00 AM

Esta es la primera vez que conmemoramos el Día del Mar después de que la Corte Internacional de Justicia, el pasado 1 de octubre, rechazara la demanda boliviana. Vivimos un momento de inflexión de nuestra centenaria lucha por recuperar la cualidad marítima del país.

Lo primero que debemos hacer es aceptar que el fallo de la Corte Internacional fue completamente adverso para nosotros, que no consideró ninguno de los argumentos nacionales. Chile salió victorioso y esto implicó una humillación para Bolivia, que era la que había enjuiciado a su vecino y la que había confiado en sus argumentos al punto de haberse mostrado triunfalista respecto al resultado. Al mismo tiempo, el fallo estableció un antecedente jurídico y diplomático que resultará muy difícil de revertir en el futuro. Un proceso que supuestamente tenía que reducir a Chile a un conjunto de condiciones convenientes para Bolivia terminó liberándolo de todos los ofrecimientos que había realizado al país a lo largo de la historia.

¿Cómo fue que nos pusimos a nosotros mismos en esta situación? Si bien Bolivia prevalecerá, superando esta adversidad como todas las otras que ha tenido que sortear a lo largo del tiempo, todavía está pendiente el responder a esta pregunta. Existen fuerzas poderosas que se oponen a este esclarecimiento, que seguramente sería muy negativo para ellas. Pero no tengo duda de que la historia terminará poniendo los puntos sobre las íes.

Hoy no queda más que diseñar un plan de contingencia y asegurarnos de que, a diferencia de los anteriores, no sea demagógico, ni divisionista, que tome en cuenta las dificultades y esté completamente al servicio del desarrollo del país. Un plan de consenso nacional que nos permita reconquistar la cualidad marítima usando todos los recursos que tenemos a nuestro alcance: los convenios de acceso al mar firmados con el Perú, las posibilidades que abre la hidrovía sobre el río Paraguay e incluso el pleno aprovechamiento del acuerdo de libre tráfico que tenemos con Chile. Con suficientes inversiones, Bolivia puede replicar las condiciones de conectividad que posee una nación con costa soberana. No es fácil, pero tampoco imposible.

Sin embargo, la lucha boliviana por el mar no solamente se debe a razones económicas, sino a mucho más que eso: es un compromiso con nuestra historia y nuestra identidad. Esta inclinación boliviana, esta pasión nacional, aunque haya dado pie a múltiples abusos de los gobernantes, como la aventura de La Haya, es una realidad que no vamos a cambiar. Por eso nuestro principal objetivo seguirá siendo poder realizar una negociación productiva con Chile. Algún día, lejano o cercano, las condiciones volverán a ser adecuadas para explorar esta posibilidad.

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