Opinión

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El laberinto del presidente

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8 de septiembre de 2018, 21:54 PM
8 de septiembre de 2018, 21:54 PM

El presidente Morales es afecto a hablar de democracia, no de practicarla; eso queda claro cuando insiste en seguir siendo candidato sabiendo que ya no puede serlo porque el 21-F así lo determinó y, por más que sus tropas (Órgano Judicial incluido) se empecinen en encontrarle la vuelta al asunto, inventando el inexistente “derecho humano reeleccionario” o, últimamente, la “elección interna primaria vinculante” a las elecciones del 2019 (con aparente favor del Órgano Electoral), la realidad es que el hombre sabe que deberá violar muchas normas y, fundamentalmente, sortear el estigma que se cierne sobre quienes creen que la democracia está hecha para usarla en beneficio propio y para perpetuarse en el poder .

Ahora se le ocurrió convocar a sus huestes, Conalcam y otros paragubernamentales con la clara y aviesa intención de ejercer una violencia simbólica, que puede pasar a los hechos (antecedentes hay por montones), amenazando con tomar las calles el 10 de octubre, justo cuando se celebren los 36 años de democracia ininterrumpida, cuando sabe que las plataformas y colectivos ya lo hicieron.

Como quiera que el presidente parece no interesarse por los valores democráticos, y me da la impresión de que alguien lo convenció de que él es una especie de creador de una ‘nueva democracia’ considero pertinente poner en contexto algunos momentos claves de la lucha por recuperarla, sostenerla y consolidarla.

1977: Tras poco más de 7 años de dictadura, la huelga de hambre de las mujeres mineras empujó la convocatoria a elecciones.

1982.- El juramento de Hernán Siles Suazo (aceptando el Congreso del 80) inauguró la era democrática; ese fue un acto de desprendimiento de la UDP, que sacrificó su gobierno (pudo pedir nuevas elecciones y ampliar su diferencia en las urnas) terminando con una renuncia temprana en aras de consolidar el sistema democrático que tanto le había costado al país.

2005.- Tras la renuncia de Carlos Mesa, la revuelta de Sucre generó un peligroso clima de inestabilidad impulsado por el masismo y los indigenistas independientes, que entendieron que ese era el momento para anticipar la llegada de Morales al poder, para ello acordaron la presión de los mineros cooperativistas que marchaban sobre la ciudad capital (con muerto incluido) poniendo en vilo la supervivencia del sistema democrático, lo que hizo que los legítimos sucesores de Mesa, Hormando Vaca Díez y Mario Cossío renuncien al cargo, en pos de la continuidad del sistema.

Este último hecho no ha sido considerado en su dimensión histórica y es correcto ponerlo en ese contexto. Las renuncias de los sucesores en grado de prelación constitucional, dieron lugar a la continuidad de la democracia y a que Morales sea presidente. Es claro que fue el sistema político, tan estigmatizado por Morales el que le dio la posibilidad de llegar donde llegó; son Morales y sus tropas quienes están distorsionando la esencia de la democracia y amenazándola a diario para imponer esa tentación totalitaria que amenaza la idea que se tiene de democracia.

Morales está en un laberinto; él sabe que su intento prorroguista y la ilegalidad del mismo no pueden pasar; eso y su temor a la calle son evidentes. Hace días aseguró: “El gran error (de Yungas) es meter el tema del 21- F” . Eso pone los hechos en su dimensión, el hombre no está seguro de nada… un día de estos, tendrá miedo hasta de su sombra.

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