Opinión

El inacabable stock de las imposturas

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14 de abril de 2018, 19:06 PM
14 de abril de 2018, 19:06 PM

Las idas y vueltas del Gobierno en relación al megacampo de gas Incahuasi, ubicado en el departamento de Santa Cruz, ya pueden ser incluidas en la lista de imposturas a las que el Ejecutivo se ha acostumbrado a recurrir para justificar sus desaciertos y salirse con las suyas. Un listado que parece no tener fin, dadas las urgencias políticas y económicas que agobian hoy a la cúpula gubernamental, y gracias a la aún complaciente actitud de élites empresariales, sindicales y políticas que aspiran a sacar algún beneficio de lo que reste.

Alarma comprobar que ese stock de imposturas no tiene fin. En el caso de Incahuasi, sirve para confirmar dos sospechas generalizadas. La primera, añeja y vista no solo en la actual administración central, referida a la incapacidad gubernamental de ver a Santa Cruz como un departamento tan boliviano como cualquiera de los otros ocho que forman Bolivia. Es como si les molestara su vertiginoso crecimiento. En vez de reconocerle méritos y valorar sus logros, quieren frenarlo, ponerle cortapisas y hasta castigarlo. Es lo que demuestran.

La otra sospecha que es cada vez más certeza, es que el Gobierno central está urgido de echar mano de cuantos billetes sueltos encuentre por ahí. Eso de billetes sueltos es solo un decir, ya que en el caso de los que genera Incahuasi, tienen dueño y destino. Y no son pocos billetes. Solo por regalías que le corresponden a Santa Cruz, hablamos de treinta millones de bolivianos al mes. Una suma que está retenida por el Gobierno desde hace 7 meses, bajo el amparo de un cuestionado fallo del Tribunal Constitucional. 
Algunos dirán que eso no tiene sentido, ya que si fuera por falta de dinero, el

Gobierno no estaría despilfarrando 200.000 dólares pagados a GLJ Petrolum, empresa contratada para verificar los límites de los reservorios de Incahuasi. El estudio comprobó que el 100% de los mismos está en Santa Cruz. Pero, ¿qué son para el Gobierno 200.000 dólares frente a los millones que ya genera el megacampo? Por eso no tiene reparos hoy en decir que contratará otra empresa y gastará más dinero para repetir el estudio. Es terrible.

Mientras tanto, Santa Cruz seguirá sin percibir las regalías que le corresponden por la producción de Incahuasi. No solo eso. Estará en tensión con Chuquisaca, para beneplácito de una cúpula gubernamental que ya ha hecho saber que no puede vivir sin conflictos. La tranquilidad los abruma, ha dicho el vicepresidente García. Una afirmación que revela no solo el carácter violento de quienes conducen esa cúpula, sino también la consolidación de un régimen cada vez más autoritario, con un stock de imposturas inacabable. 

Pero la alarma no acaba aquí. La alarma crece a la par de nuestra capacidad de ver más allá del stock gubernamental de imposturas y violencia. Y más allá de este se vislumbra un paisaje aterrador que proyecta en un gran lienzo un ‘modelo de vida’ que se defiende a dinamitazos y a balazos. Ojalá lo dicho fuera solo en sentido figurado, pero no lo es. Hay ejemplos de sobra, lamentablemente, para demostrar que ese ‘modelo de vida’ ya está siendo puesto en práctica por algunos sectores, literalmente a dinamitazos.

Un ‘modelo de vida’ alentado por las imposturas oficiales y extraoficiales, así como por la impunidad de los impostores. ¿Acaso esto no basta para provocar alarma?

Son señales claras que deberían bastar no solo para alarmarnos. Deberían ser suficientes para lograr una reacción ciudadana capaz de enfrentar, frenar y revertir esa apuesta absurda, pero hasta ahora muy eficaz para quienes la promueven. Una reacción solo posible desde una ciudadanía activa, bien informada y comprometida. ¿Existe?, cabe preguntar.

Sería injusto desmerecer las iniciativas ciudadanas que ya están en marcha en diferentes regiones del país. Pero queda claro que no son suficientes. Me pregunto por qué, si todo lo dicho aquí no es resultado de acciones vistas recientemente, sino de una larga suma de larga data. Tal vez la respuesta esté en el balance pendiente de lo hecho no solo por otros gobiernos de turno, sino también por las cada vez más numerosas y dispersas élites que comandan los diferentes sectores de la sociedad boliviana. 

Un balance que merece ser encarado y concluido a corto plazo, para ver dónde están las grandes fallas y cómo corregir tantos entuertos. Me atrevo a anticipar entre los fallos uno que ya fue identificado por el Banco Mundial en un estudio realizado en 2010 sobre dónde está la riqueza de las naciones. Y ese fallo no es otro que el de menospreciar en el afán de desarrollo local o nacional, nuestros capitales intangibles. Estado de derecho y educación, entre los fundamentales.

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