Opinión

El fútbol boliviano, un enfermo crónico

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25 de junio de 2019, 4:00 AM
25 de junio de 2019, 4:00 AM

Un doloroso y frustrante capítulo acaba de cerrar la selección nacional de fútbol tras su eliminación, absolutamente previsible, de la Copa América que se disputa en Brasil. Con tres derrotas inapelables en otras tantas presentaciones y cumpliendo la peor campaña que se recuerde en esa competición, la Verde desnudó todas sus flaquezas y volvió al país en medio de un torrente de críticas que alcanzó a los mandos del fútbol boliviano, al conductor técnico, Eduardo Villegas, y al plantel de jugadores.

Lo poco rescatable estribó en el conmovedor esfuerzo de los dirigidos por Villegas, insuficiente argumento frente a rivales claramente superiores en todo sentido y en las pinceladas de calidad de un par de figuras con prometedor futuro.

Lo peor vino después con las inoportunas declaraciones del presidente de la FBF, César Salinas. “Piensan más en la billetera”, resumió el mandamás federativo poniendo en duda el compromiso y la entrega de los convocados a defender la divisa del llamado “equipo de todos”.

De improviso y por no mantener un silencio prudente, Salinas se convirtió en el generador de un ambiente de tensiones que ha crispado las relaciones con los futbolistas, cuyo gremio (Fabol) rechazó de plano lo dicho por el titular federativo y asumió la defensa de los vapuleados jugadores que, con hidalguía, tras su triste retorno a casa, han reconocido la cuota parte de su responsabilidad en el fracaso. Que los dirigentes federativos se llamen a la cordura y reflexionen antes de decir lo suyo para no incurrir, nuevamente, en inconducentes desbordes verbales que, en esos niveles, se están volviendo frecuentes.

Y es que, frente a estos nuevos malos resultados del fútbol boliviano en la competencia internacional, es inútil rasgarse las vestiduras o ponerse a llorar sobre la leche derramada. Simplemente porque representan la cosecha amarga de una pobre siembra.

Tanto el DT Villegas como algunos de sus dirigidos y ciertos analistas han coincidido, una vez más, en el diagnóstico que se mantiene invariable con el paso del calendario y de los campeonatos: los pasos en falso como los recientemente dados por la selección en la Copa América son atribuibles, esencialmente, a la falta de competitividad y jerarquías propias del fútbol moderno, inexistentes desde hace mucho tiempo en los torneos internos de muy engañoso nivel. En Sudamérica, y en ausencia palmaria de procesos serios y sostenibles, el fútbol boliviano es el único que no ha evolucionado, como lo han conseguido países como Venezuela, que ahora mide fuerzas sin complejos hasta con los más fuertes del continente. Nuestro balompié es, sensiblemente, un enfermo crónico. La causa de sus males es conocida, pero la receta para la cura está a la mano.