Opinión

El eterno retorno del complejo industrial-militar

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19 de noviembre de 2017, 4:00 AM
19 de noviembre de 2017, 4:00 AM
En enero de 1961 Dwight D. Eisenhower -antes comandante de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial- luego de gobernar dos períodos (1952-56;1956-60) entregó el mando de los Estados Unidos a John Kennedy. El episodio adquirió importancia por la advertencia de Eisenhower sobre el complejo industrial-militar (CIM). Comentó una potencial confabulación de la industria norteamericana con el sector productor de armas y pidió que esa amenaza sea controlada. Un murmullo de asombro recorrió el mundo. Han pasado décadas. Y por lo visto, el CIM sigue incólume.

Para probar armas se hace ‘uso’ de diversas tragedias internacionales, lugares aptos para comprobar la eficiencia de los nuevos artefactos de la muerte. El arsenal nuclear de la Guerra Fría fue de disuasión mutua y evitó las bombas atómicas, pero sí propulsó el crecimiento de la industria bélica tradicional. El CIM no fue exclusivo de EEUU. Se desarrollaron complejos similares en la URSS y disuelta ésta luego en Rusia. Francia e Inglaterra siguen siendo grandes proveedores de armas; inclusive algunos países emergentes -como Brasil- han desarrollado capacidades industriales y exportables. El CIM creció globalmente. 

Las largas guerras de ultramar en las que periódicamente se involucra Estados Unidos desde la Guerra de Corea en 1951, incentivaron la expansión del CIM. El conflicto de Vietnam (1963-1975) como campo de experimento de variantes bélicas proporcionó jugosos dividendos a las empresas del ramo. Desde el 11 de septiembre de 2001 EE.UU. invadió Afganistán e Irak, agregando la lucha contra el estado islámico y el conflicto civil en Siria. Ahora nos hemos enterado que Washington se involucró también en temas africanos desde hace un buen tiempo. En ese conflictivo continente asesora a varios gobiernos, con presencia de oficiales y tropas de combate. EE.UU. cuenta con fuerza militar en Níger, Liberia y otros lugares próximos. Esa dimensión casi universal de actividades bélicas norteamericanas, sumada a los gastos naturales de mantención de sus fuerzas militares tradicionales, genera gastos billonarios en equipos y armas que siguen haciendo más poderoso aún al CIM.

Si, el general Eisenhower no estaba errado. El incipiente complejo industrial militar que él y sus camaradas -sin mala intención- gestaron para ganar la guerra en 1945, siguió su propio curso; está visto que crece cada vez más. Es un poder dentro del poder. 
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