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El drama detrás del drama de Sebastián

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8 de septiembre de 2018, 21:52 PM
8 de septiembre de 2018, 21:52 PM

Imposible no conmoverse con el drama que vive Sebastián, el niño de tres años al que un grave error médico lo ha dejado sin riñones. Conmueve más al conocer los detalles de lo ocurrido: le retiraron el riñón que tenía sano, le dejaron el dañado y, luego de percatarse de tamaño error, los responsables del mismo nada pudieron hacer, sino retirar también el órgano enfermo, ya que habían destruido el primero al colocarlo en formol. Sebastián hoy depende de aparatos extraños a su organismo para sobrevivir y de la reposición de por lo menos un riñón sano. Un extremo solo posible si aparece un donador, y si el frágil cuerpo de Sebastián resiste sin riñones, al menos por uno o dos años.

Sebastián es hijo único de una pareja de escasos recursos, que se vio obligada a dejar su hogar en San José de Chiquitos para buscar ayuda especializada en el Oncológico de Santa Cruz de la Sierra. Queda claro hoy que el deseo de cura se ha convertido en una pesadilla que sabe a despedida. Un drama ya vivido por tantas otras familias aquí y en todo el país, pero al que solo le dedicamos unos arrebatos de compasión que duran poco, cargados de furia también efímera contra los responsables de mala praxis médica y soportando, cada vez con más frecuencia y alarde, una seguidilla de cinismo e indolencia de parte de varios de los encargados de velar por la salud pública.

Nuestros arrebatos suelen durar lo que tardamos en cambiar un estado en el féis. Y la ira se diluye entre argumentos que pugnan por invertir los roles de víctima a culpable, o de responsable a víctima. El más usado, y repetido hoy frente al drama de Sebastián, es que los médicos no entran a quirófano con la intención de matar. Creo, de verdad, que eso es muy cierto. Pero también es correcto decir que ningún paciente acude a una cirugía con intención de morir, sino de ser curado. Y en esta relación, sin duda alguna que el paciente es el lado más vulnerable. No está en control de lo que ocurre en o fuera de quirófano. Ni lo están sus familiares. Nada hay de más desesperante que la espera de resultados de una cirugía. Por eso los pacientes acuden a los médicos y depositan en ellos su propia vida.

Estoy convencida también que la negligencia no es la regla entre médicos y enfermeros. Es la excepción. Como excepcionales deberían ser los casos de mala praxis en todo centro de salud, desde el de una posta sanitaria, hasta el de cualquier hospital de tercer nivel o de clínicas privadas. Deberían, pero lamentablemente parece que se están convirtiendo en regla. Entre otras razones, por una que considero la más letal: la rutina. Repiten tantas veces sus tareas cada día, que se confían demasiado en sus habilidades y les restan valor a los procedimientos aprendidos a lo largo de sus carreras y establecidos como normas en todos los centros de salud. La otra razón no es tan común, pero duele más: el saberse casi impunes ante un sistema legal que queda solo en papeles, pero al que se burla de hecho.

Una impunidad socapada por el propio gremio médico, al que le cuesta comprender hasta ahora que la credibilidad de todos ellos es puesta en subasta pública cada vez que hace de la vista gorda frente a denuncias de negligencia médica. Debo decir que es un mal de todos los gremios profesionales, incluido el mío, el de los trabajadores de la prensa. Con un agravante: los errores médicos se cobran en vidas humanas.

Cierro esta reflexión aludiendo al tercer aspecto de fondo que resurge tras el drama de Sebastián: el cinismo de los funcionarios y autoridades públicas que han desfilado frente a los familiares del niño, disputándose ofrecimientos de pagos de los servicios médicos de los que depende hoy más que nunca la vida de Sebastián. Lo hacen con el cuidado de que no falte el registro fotográfico, la cobertura de prensa y como si se tratara de un “favor” hecho con dinero propio. Caramba, todos ellos son corresponsables del drama que vive hoy Sebastián. Cada uno en la medida que les toca según atribuciones constitucionales. Y entre ellas la más importante: la del gobierno central, que ha delegado su responsabilidad a gobernaciones y alcaldías, pero quedándose con el dinero; y las de estos otros dos niveles de gobierno, incapaces hasta hoy de hacer fuerza común en pro de una salud de calidad y gratuita para todos.

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