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El dinero no es de ellos

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23 de febrero de 2018, 4:00 AM
23 de febrero de 2018, 4:00 AM

La ética es un componente subjetivo que el ser humano construye internamente como resultado de su convicción a su intelección, práctica y esfuerzo, por asimilarlas como actitud frente a sí  mismo y al prójimo. No es un término  fácil en su comprensión y alcance  pues es el estudio de los valores y las relaciones que origina  con las pautas y planes de acción de la sociedad.

La ética está fuertemente unida a la sociología y la filosofía, que tratan de las costumbres y de las importantes fuerzas sociales de donde surge el ajuste defectuoso y la desorganización de los problemas sociales, constantes en las sociedades en evolución, así como de los movimientos  sociales que pugnan por la reforma y el progreso social; todos estos aspectos pertenecen al campo de la ética. También es pertinente desagregar que el término ética solo, sin calificativos  sociales,  se refiere  exclusivamente a la filosofía de lo bueno y lo malo.

Imagine el lector la enorme responsabilidad que asume un Tribunal Nacional de Ética Periodística con sus fallos de índole moral que, inequívocamente, son más contundentes que los judiciales ante  la sociedad porque permanecen latentes en la memoria.

Los habitantes son conscientes de que la labor periodística es vital para la comunicación, empero,  en su correspondencia a su necesidad social, esta labor tiene sus límites, y cuando estas fronteras del derecho ajeno son transgredidas en perjuicio de otros actores, la población entera debe conocer que existe este Tribunal Nacional de Ética Periodística que se ocupa de canalizar, sin necesitar de un jurista, las quejas de cualquier ciudadano que se sienta perjudicado por presuntos excesos de los periodistas o de los medios de difusión.

Los tribunales nacionales de ética periodística, que existen hace más de una década, están plenamente al servicio de la población para las causas citadas, mereciendo sus fallos, no en pocas ocasiones, la complacencia de los denunciantes y hasta de los denunciados y, más aún, debe generar en todos los ciudadanos la confianza plena que su denuncia será tratada con equidad, análisis periodístico y jurídico, además de la intervención de la sana crítica que reside en sus integrantes.

El ciudadano, al confiar en el Tribunal Nacional de Ética Periodística, debe saber que su denuncia puede aspirar a una conciliación, meritoria incorporación al Código de Ética sustentada por el Tribunal Nacional de  Ética saliente. El actual tribunal ostenta experiencia en conciliación y en todo lo que tiene que ver con las polifacéticas expresiones del periodismo. Además ostenta el valor intangible de ser una actividad honoraria, que asume una verdadera vocación pues  cuando esta está presente en los humanos, exacerba la moral.

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