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21 de febrero de 2019, 4:00 AM
21 de febrero de 2019, 4:00 AM

Cuando escuchamos o leemos frases como la del título de este artículo casi automáticamente recordamos la frase del célebre físico Albert Einstein; “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”.

El contrato de venta de gas a Brasil (GSA), ha sido, hasta ahora, el contrato más grande de exportación no solo en Bolivia sino en Latinoamérica y ha sido la fuente principal de ingresos de Bolivia en los últimos 15 años. Ninguna exportación boliviana, ni aún los minerales en su mayor auge, pudieron generar en tan corto tiempo el monto de divisas que representó el GSA. El 35% de todos los ingresos fiscales del gobierno se originaron en las exportaciones de gas. Es inimaginable el estado actual de la economía sin la exportación de gas a Brasil.

A partir de 2004, Bolivia experimentó un crecimiento explosivo de sus exportaciones, la expansión de las recaudaciones fiscales, la captación sin precedentes de divisas y reservas internacionales inéditas, todo ello gracias al GSA.

Pocas veces en la historia nacional los bolivianos pudimos ponernos de acuerdo en las ventajas de firmar este contrato. Y eso no fue casual, la idea y el proyecto fue madurando durante dos décadas, con la participación de técnicos y ejecutivos capaces que pudieron lograr los consensos indispensables entre las distintas corrientes políticas, entre ellos es necesario mencionar a Herbert Müller a Hugo Peredo y a presidentes como Hugo Banzer, Jaime Paz Zamora y Sánchez de Lozada, ellos, persiguieron constantemente el objetivo hasta lograrlo.

La cita a Einstein se aplica al sector petrolero en dos ejemplos cercanos, el primero es el caso venezolano de Pdvsa, empresa que tiene las reservas petroleras más grandes del mundo y que se encuentra colapsada por la estupidez de sus mandantes y el segundo caso es el calificativo dado por el Ministro de Hidrocarburos al GSA al sostener que: “(...) el contrato con Brasil fue el peor acuerdo que firmó Bolivia, porque el 100% de las multas son al Estado boliviano y cero sanciones al Estado brasileño y a Petrobras.”, “(...) no puede ser que no nos paguen -por Brasil- la flexibilidad de tener un gas reservado en el subsuelo y no monetizarlo.”

En el contrato, las multas están establecidas para ambas partes, no solo el “deliver or pay” para YPFB, sino también el “take or pay” para Petrobras que dispone, que si en el balance anual se establece que Petrobras tomó menos gas de la Cantidad Diaria Garantizada, deberá pagar a YPFB el valor correspondiente a la diferencia. (Cláusula 12.7.4.1)

El ministro persiste al declarar que: “(…) el peor contrato que tenemos es con Brasil, porque cuando me nomina 28 MMm3/d, por decir un ejemplo, y yo entrego 27 MMm3/d, no me cobra el incumplimiento de ese millón de metros cúbicos de gas, sino me cobra el incumplimiento a 31MMm3/d”, lo cual es falso porque la penalización se aplica solo a la diferencia.

El ministro confunde país con empresa y además a empresas distintas entre sí, al decir que: “No sólo falló Brasil al no tener una nominación estable, sino también Petrobras al no entregar (el gas).” Brasil no nomina el volumen de gas, lo hace Petrobras S.A. empresa con la que YPFB firmó el GSA y no es Petrobras S.A. la que entrega el gas. La empresa que entrega el gas es Petrobras Bolivia, empresa constituida de acuerdo a las leyes bolivianas que es la operadora de los campos San Alberto y San Antonio y en los que Andina, de propiedad del gobierno, tiene el 50% de participación.

El ministro concluye sosteniendo que: “Entonces, el contrato a Brasil es lesivo al Estado.”

Einstein tenía razón, la estupidez humana es infinita.

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