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20 de febrero de 2018, 4:00 AM
20 de febrero de 2018, 4:00 AM

En Bolivia existen ocho partidos políticos nacionales, reconocidos por el Tribunal Electoral Plurinacional. Cuatro de ellos son nominales pues el mayor mérito que han logrado ha sido el mantener una sigla aprovechando los vericuetos legales. Sin embargo, la dinámica autonómica y la realidad política reconocen la existencia de 92 agrupaciones ciudadanas en todo el territorio nacional. Algunas son de carácter departamental, otras lo son de naturaleza municipal, pero todas, son la expresión de una Bolivia que irrumpe atrabiliaria y está modificando la fuente territorial del ejercicio político.

Si los partidos políticos nacionales hubiesen dado respuestas suficientes a las demandas territoriales en representación y gestión, la lógica elemental señala que los actores políticos departamentales y municipales no habrían aparecido en ese número tan significativo.

Reconozcamos que mucho de ellos tienen todavía la lógica de negociación de espacios con partidos nacionales, o son liderazgos que al no haber sido reconocido por ellos, disputan la representación, con ventaja por el conocimiento que tienen del territorio. Aun en esos casos, la dinámica constituye un ejercicio de ciudadanía que fue abierto por la Ley de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas en la postulación de candidatos a procesos electorales, aprobada durante el gobierno de Carlos Mesa. La dispersión natural del voto local, como era de esperarse frente al entusiasmo de constituir candidaturas, ha seguido un proceso de fortalecimiento de la democracia, local y nacional.

Luego de la consolidación del Estado autonómico, la representación ha optado por jerarquizar sus propios candidatos.

La torpeza política del Gobierno al desconocer los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016, no solo ha consolidado la tendencia, la está fortaleciendo moviendo el escenario de manera radical hacia la nueva representación territorial. Colectivos, redes, nuevas agrupaciones, inorgánicas y faltas de un mando unificado, han logrado un resultado impensable hace seis meses, cuando el gobierno se vio obligado con infinito desgano y frustración, a abrogar la Ley del Sistema Penal que la tenía en lugar preferente en el discurso y en lo simbólico.

La celebración del segundo aniversario del referéndum, es una constatación objetiva de ello. A la sociedad civil, los movimientos cívicos y vecinales, y los colectivos que organizaron la movilización por el voto “Bolivia dijo No”, se han sumado el Conade, los Mandiles Blancos, las pañoletas rojas, las kuñas, los jóvenes de poleras, los bachilleres, los motoqueros y un sinnúmero de otras denominaciones que por circunstanciales y festivas, no han dejado de lograr un impacto contundente. Hacerse escuchar por un poder soberbio que practica la sordera voluntaria.

Cada una de estas expresiones, tienen manifestaciones departamentales y están mostrando el camino que deberán seguir las agrupaciones políticas para lograr la representación que necesita la democracia; la ausencia de esa representación fuerte, es objeto de mofa del poder político oficialista.

La suma de nueve representaciones departamentales, parece ser la respuesta a la centralidad agresiva del MAS. Estamos en camino a comprobarlo.

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