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6 de junio de 2019, 4:00 AM
6 de junio de 2019, 4:00 AM

La relación entre la oferta de productos y servicios, junto a la demanda de satisfacer necesidades concretas está cambiando significativamente debido a la red internet y las nuevas tecnologías. Aparecen nuevos modelos de negocios basados en el desarrollo de plataformas tecnológicas que permiten alquilar, comprar o vender servicios, en función de necesidades específicas sin la necesaria participación de intermediarios tradicionales.

En este marco nace la economía colaborativa basada en redes de personas en las que se maximiza el valor a los clientes y el beneficio a los vendedores. Uno de los aspectos que más llama la atención es la optimización de activos infrautilizados como es el caso Airbnb, en el que se alquilan inmuebles por periodos cortos a viajeros de diferentes estratos. Algo similar sucede con BlaBlaCar, un servicio de vehículo compartido que hace posible que las personas que quieren desplazarse al mismo lugar y al mismo tiempo puedan organizarse para viajar juntos. El slogan es “Comparte coche para llegar directamente a donde quieras ir”.

En el ámbito de las finanzas, ya se habla de “Finanzas colaborativas”. Un ejemplo son las plataformas tecnológicas de financiación participativa como el crowfunding, crowlendig que permiten recaudar dinero, o hacer la vaquita para financiar una iniciativa. La financiación colaborativa es un mecanismo novedoso que permite acopiar pequeñas sumas aportadas por diferentes personas según su disponibilidad, con el objeto de fondear proyectos, con menos requisitos y a menores costos que otros mecanismos tradicionales. Para lograrlo, se conecta a los inversionistas con los proyectos, por medio de plataformas informáticas localizadas en sitios web en la que se reducen los costos de operación porque operan a través de plataformas en internet.

Sin lugar a dudas la economía de la colaboración requiere de una cultura de confianza, de una regulación garantista para poder aprovechar sus mejores ventajas que son el ahorro de los consumidores, la posibilidad de conectar a las personas individualmente con una comunidad global y generar menos impacto medioambiental ya que se estimula el segundo uso de los productos. Lo que alguien ya no necesita, puede ser usado por alguien que sí lo necesita a través de alguna red de contactos.

La economía colaborativa empieza a ganar terreno; estamos en la era de la colaboración, de la conexión y como dijo el antropólogo Josep Heinrich… “Que tan Innovadora sea una sociedad depende más de su nivel de interconexión social, que de la capacidad de innovación de cada uno de sus miembros”.

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