El Deber logo
21 de enero de 2018, 4:00 AM
21 de enero de 2018, 4:00 AM

Estos últimos decenios, ha crecido desmesuradamente y se ha hecho más fuerte. Le dice una voz a Dylan, que absorto, observa el descomunal muro que corta el camino que transitaba. El muro divide todo el valle y se extiende hasta las montañas donde se pierde a la vista, su altura es intimidante para quien se le acerca. 

Sé que no me conoces pero yo también trunqué mi viaje en este punto hace decenios, mi memoria no recuerda exactamente la última vez que hablé con alguien pero te enfatizo que si hay alguien que conoce sobre él, soy yo. 

La voz es profunda y cancina pero firme. Dylan se vuelve para ver quien le habla y se encuentra frente a un anciano con ojos blanquecinos y obviamente ciegos. En la ladera, se observa una pequeña cueva donde parece habitar y esperar… esperar. Es delgado, lo cubre una túnica oscura de mangas largas y ajustada a la cintura, esta desgastada y su largura no permite ver sus pies, su cabellera blanca llega a los hombros descuidadamente y sus manos venosas con dedos largos se apoyan en una vara larga casi de su tamaño. 

Su rostro proyecta serenidad aunque Dylan intuye cierta ansiedad. ¿Qué se tiene que entender de algo tan obvio como este muro? Pregunta irreverente Dylan. 

La mirada del anciano se ancla en algún punto distante a la mirada de Dylan y le responde, los  muros parecen fuertes e indestructibles pero no lo son, en realidad paradójicamente son una proyección de nuestra debilidad, este muro que parece de rocas impenetrables e infranqueables se ha forjado en base a cosas que no vemos y que vienen del lado débil de nuestros corazones.

Su aparente tamaño e impenetrabilidad se la damos nosotros mismos, de modo que el muro se nutre y gana poder gracias a los límites y barreras que venimos dibujando en nuestro interior a lo largo del tiempo. Dylan replica ansioso, Sigo sin entender ¿en qué te ayuda el ser ciego? Puedo ver y sentir los corazones y puedo sentir también cómo se fortalece el muro, de modo que esta no es tarea para alguien que puede ver el mundo como tú lo ves, de hecho el muro se va construyendo desde nuestro interior y paradójicamente quienes suponen ver, no entienden.

Dylan, que ha quedado pensativo y confundido por la respuesta advierte que en cada piedra del muro hay una inscripción. ¿Qué significan estas inscripciones?. Todas nuestras limitaciones, debilidades, complejos, incapacidades, miedos, temores y cualquier cosa que da poder al muro, indica el anciano. ¿Hay algo de ti aun en el muro? El anciano suspira unos segundos y con la mirada anclada en el mismo punto responde, Yo quité mis piedras del muro cuando decidí dejar de ver y sentir lo que el muro quiere que vea y sienta, de ahí que mi visión está en otro plano en el que la ceguera se afinca en todos quienes dan poder al muro, como tú.

Tags