Opinión

EDITORIAL

Dos años después del 21-F

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18 de febrero de 2018, 10:35 AM
18 de febrero de 2018, 10:35 AM

Un clima de creciente crispación social y política recibirá este miércoles al 21-F, una fecha emblemática en la historia de nuestra democracia. El riesgo de una delicada confrontación en los próximos días no existiría si Evo Morales cumpliera con su compromiso de respetar el resultado del referéndum constitucional, que consultó en 2016 a más de 6 millones de votantes si estaban o no de acuerdo con reformar el artículo 168 de la Constitución para que el presidente y el vicepresidente puedan ser reelectos por dos veces de manera continua.

Fueron 2.682.517 los votantes que marcaron No en la papeleta, mientras que 2.546.135 optaron por el Sí. La apretada diferencia (51,3 por ciento frente a 48,7 por ciento) produjo un punto de inflexión en la historia política del presidente con más apoyo electoral que todos sus antecesores y con más permanencia ininterrumpida en el Palacio de Gobierno. El mandatario había sufrido el 21-F su primera derrota electoral directa, algo que parecía casi imposible de ocurrir 16 meses antes, cuando ganó las presidenciales con un 61 por ciento.

Con el resultado del 21-F quedó claro el mensaje de una mayoría ciudadana de que se debe cumplir la CPE y de que el ejercicio del poder requiere de límites, más allá de la popularidad de un político. Sin embargo y sin terminar aún de digerir la caída, el Gobierno se enfocó horas después del referéndum en generar dudas sobre sus resultados, aprovechando la diferencia estrecha. En una acción oportuna, el Órgano Electoral despejó la incertidumbre al oficializar el conteo que confirmó el triunfo del No por más de 140.000 votos.

Sin posibilidad de revertir las cifras, el gobernante instaló la tesis de que su derrota fue ocasionada por el montaje de una mentira a cargo de una oposición político-mediática, que se aprovechó de su romance con Gabriela Zapata. También adelantó que, como en el fútbol, en la política hay un segundo tiempo, lo que implicaba insistir con la reelección en 2019.

Tardó meses el Gobierno en reconocer que fue un error de cálculo exponerse tan temprano a un referéndum. Quemada la opción de las urnas, recurrió a un cuestionado recurso judicial administrado por desprestigiados exmagistrados. En noviembre pasado se conoció el dictamen del TC que desató la ira popular por el desconocimiento de los resultados del 21-F.

Desde entonces, Morales está sometido a un vertiginoso desgaste de su imagen y Bolivia a una creciente conflictividad que puede tener este miércoles uno de sus días más complicados. Es deseable que las anunciadas movilizaciones callejeras de los que defienden el resultado del 21-F y de los que apoyan otra reelección no escalen hacia la violencia y no perturben la democracia. Sin embargo, todo riesgo se disiparía si el presidente cumpliera su promesa de respetar la Constitución que él mismo promulgó.