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14 de septiembre de 2018, 4:00 AM
14 de septiembre de 2018, 4:00 AM

El ciudadano común sabe que las personas educadas se vuelven ricas y no que las personas ricas se vuelven educadas. Si miramos la historia de los países más desarrollados, vemos que el desarrollo nace de su capacidad de educarse. La reforma educativa y la descentralización de la educación a los gobiernos departamentales y a las comunas han tenido una gran falla, ya que no se puede descentralizar la educación si es que las entidades y personas que tienen la responsabilidad de administrarla carecen de la capacidad de contratar y despedir a los maestros.

Si Bolivia invierte en la salud de la mujer los rendimientos serán muy altos, ya que de un dólar gastado en esta misión equivale a tres dólares en salud. Las razones son obvias: una mujer, una madre educada es una madre que cuida a sus hijos, cuida a la familia y tiene la gran responsabilidad (muchas sin saberlo) de habilitar y producir a un buen ciudadano.

Hace unos años, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) recomendó promover alianzas sociales con las mujeres con la finalidad de combatir y erradicar la pobreza, a través de mecanismos como el trabajo a cambio de comida para el sustento personal y familiar. Según el PMA, las personas del sexo femenino son importantes agentes de cambio social, porque por naturaleza innata poseen más facilidades para asimilar las campañas de ayuda y autosostenimiento. La recomendación indica que el otorgar responsabilidades familiares a las mujeres no solo servirá para el apoyo material a la familia, sino que también permitirá coadyuvar a que ellas aprendan a tomar las riendas de sus propias vidas y de su entorno familiar y grupal. Por otro lado, brindar a las mujeres acceso directo a alimentos apropiados y suficientes para contribuir a la reducción y erradicación de la pobreza no es suficiente, ya que las mujeres deben tener igualdad de oportunidades en el empleo, los negocios, el comercio, el proceso productivo, acceso a las estructuras de poder y la toma de decisiones, no solamente en el ámbito familiar sino también al nacional.

Sin embargo, parece que nadie se ha dado cuenta de este hecho. No podemos mantenernos con la actual realidad de que de cuatro analfabetos en el país, tres son mujeres, las que además viven en un estado de pobreza crítica. Y otra peor. En Bolivia, quienes más trabajan son las mujeres. Entonces, si se las educa, si se las incluye en programas de salud y educación los réditos van a ser extraordinarios.

En nuestro país un tercio de la población no tiene cédula de identidad y casi todas ¡son mujeres! Poseer un documento de identidad para una mujer no tiene sentido, el costo y el esfuerzo de lograrlo es muy alto para estar completamente relegada y marginada. El país necesita programas de ‘verdad’ con buena educación, con buena salud, con iniciativa y con ganas de prosperar y progresar, y solo se lo conseguirá si es que las mujeres se educan y entregan a la sociedad a hombres sanos y bien educados. Esa es la fórmula perfecta para crecer y prosperar como nación.

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