Opinión

Crisis y difícil diálogo en Nicaragua

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18 de mayo de 2018, 4:00 AM
18 de mayo de 2018, 4:00 AM

Al momento de publicarse este editorial, los resultados del diálogo nicaragüense iniciado el miércoles en el Seminario Nuestra Señora de Fátima -ubicado al oeste de Managua- aún son inciertos. El inminente arribo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos seguramente también influenciará. Lo importante es que tras varias jornadas violentas -hubo más de 60 fallecidos- existe ahora la posibilidad de lograr entendimientos vía conversaciones directas entre sectores sociales y el Gobierno. Las polémicas reformas a la seguridad social impuestas por el régimen del presidente José Daniel Ortega Saavedra desataron múltiples protestas. Aunque luego las disposiciones fueron suspendidas, la tensión creció. Es más, actualmente ya se pide la renuncia de Ortega, junto con la creación de limitaciones institucionales en materia de prorroguismo y poder político.

La historia de este país centroamericano está plagada de intervenciones extranjeras, asonadas internas y largas dictaduras. Ortega ya ejerció como mandatario tras la caída de  la tiranía somocista (1979) y  luego en 1990. Volvió al poder desde enero de 2007. Ortega es el líder del Frente Sandinista de Liberación, fuerza opositora que derrocó al somocismo. Ortega realizó el mismo tipo de voltereta política ante tribunales internos complacientes de otros caudillos del hemisferio  (Evo Morales entre ellos) y así pudo modificar preceptos constitucionales para seguir reeligiéndose. En 2017 fue investido para su cuarto mandato (cinco años) y tercero consecutivo, pero esa vez con su polémica e influyente esposa, Rosario (‘Chayo’) Murillo, como vicepresidenta. Ella es sobrina nieta de Augusto Sandino, héroe nacional e inspirador del movimiento sandinista. En una suerte de paradoja, Daniel Ortega -factor clave en el derrocamiento de Somoza- terminará gobernando Nicaragua por más tiempo que el fallecido sátrapa. 

La comunidad internacional ha resaltado en sus medios el inicio del diálogo entre oficialismo y sociedad civil en su conjunto. La Conferencia Episcopal asiste como mediadora y está presente el cuerpo diplomático. Asediado por estudiantes, Ortega afirmó que ya había orden de no disparar y denunció algunos actos “vandálicos”. Por su lado, el Ejército no ayudó con la represión y exigió que se dialogue. El empresariado resaltó sus condiciones: a) seguridad y justicia para jóvenes y población; b) democratización, a través de la revisión electoral y un mayor equilibrio entre poderes estatales. Las cosas pueden complicarse mucho para Ortega  en Nicaragua o tal vez arreglarse. En fin, los próximos días serán cruciales.

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