Opinión

Crisis venezolana

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3 de febrero de 2019, 4:00 AM
3 de febrero de 2019, 4:00 AM

En la actualidad, hay más posibilidades de entender la situación de Venezuela, por supuesto que es mucho más duro comprender y aceptar la complejidad a la que ese país ha llegado, lo mismo ocurre en el ámbito externo, porque se hace difícil ver realmente cómo funciona el sistema internacional, cuál es la prioridad de los Estados, qué intereses tienen; lo cierto es que en este caso las naciones recién se enteran de lo que deben hacer, después de un prolongado sufrimiento del pueblo venezolano.

Del conflicto interno en Venezuela, el escenario potencialmente más peligroso es el de una probable coalición ‘antihegemónica’ entre China, Rusia e Irán, unidos no por una ideología, sino por su escala, alcance y proyección geoestratégica que buscan en Latinoamérica; la misma que busca el colapso o, por lo menos, desplazar la presencia de Estados Unidos de la región y que desde Venezuela tendrían la posibilidad de un realineamiento en torno al ámbito político, económico e histórico en la región. Sin duda, EEUU tuvo una pésima gestión de la política y es importante una reorientación de la misma antes de perder estados clave en el continente.

Lo cierto es que China y Rusia sin excluir a Irán constituirían una amenaza, porque su presencia permitiría el surgimiento de áreas de malestar social, conflictos y violencia. Tampoco olvidemos al Gobierno cubano, que es como las sanguijuelas, se mantiene gracias a los recursos de sus aliados. A manera de reflexión, la sabiduría aconseja que haya madurez, sensatez y sentido de responsabilidad, pues los destinos del Estado venezolano no pueden estar al capricho de una minoría o de un grupo determinado.

La recuperación interna de Venezuela es esencial para su democratización y la pacificación interna; hoy esa ‘patria grande’ desgarrada por la violencia, la emigración, el hambre y la pobreza es susceptible de poder convertirse en un campo de batalla, por cuanto ya existen dos fuerzas en pugna, con dos presidentes, dos asambleas, dos tribunales de justicia, que buscan un solo fin: el poder político.

Sin duda, el resultado más atractivo es que Maduro y Guaidó, por dignidad, patriotismo y el principio de autodeterminación, entreguen el mando a una junta militar para que esta llame a elecciones tan pronto como sea posible, evitando la intervención de árbitros con intereses potenciales en la región.

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