Opinión

Crisis en el agro

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27 de mayo de 2019, 4:00 AM
27 de mayo de 2019, 4:00 AM

Los productores soyeros del norte están quebrados y anuncian que dejarán de cultivar sus tierras y quizás lleguen a vender sus parcelas para pagar las deudas que tienen con los bancos.

Celso Mamani, dirigente de los productores chicos, dice que la caída del precio del grano podría hacer que los bancos acreedores se queden con la maquinaria que están usando, por lo que, de todos modos, tendrán que dejar de cultivar sus tierras. El mensaje de los cañeros es parecido, porque no hay mercados para los excedentes de azúcar y el alcohol tampoco se vende.

Esta crisis es el resultado de una siembra cuidadosa de medidas dirigidas a dar inseguridad a la propiedad de la tierra, que se sumó a la prohibición de exportaciones.

Desde hace 13 años no aumenta el área de cultivos debido a que la famosa FES (Función Económica y Social) es una amenaza constante, pues las tierras pueden ser revertidas con cualquier pretexto. La FES se ha convertido en un arma de extorsión, susurran con temor algunos productores.

Y luego vino la prohibición de las exportaciones que, igual que la FES, se convirtió en otro instrumento de extorsión. Algunos productores admitían que cuando estaban prohibidas algunas exportaciones, lo único que pasaba era que las autorizaciones subían de precio.

Lo cierto es que el agro está ahora en crisis. Y algunos de sus efectos vienen a castigar a quienes diseñaron las políticas equivocadas.

Ocurre que ahora el gobierno querría que se produjera más soya para llegar al biodiesel y de esa manera reemplazar al diésel importado, y que se produjera más alcohol para mezclarlo con la gasolina. Los fracasos de la política petrolera iban a ser cubiertos por la producción agrícola. Un fracaso hubiera sido cubierto por los agricultores que lograron sobrevivir a la crisis creada por las medidas equivocadas. Pero todo falló. No hay inventor que no sufra con su propio invento. Monsieur le Guillotine es el mejor ejemplo: murió en la guillotina.

Si no se hubiera puesto en duda la propiedad privada de la tierra, los propietarios habrían invertido en ella, como hicieron los paraguayos en este mismo tiempo, multiplicando por diez la superficie cultivada.

Y si no se hubieran prohibido las exportaciones, los productores bolivianos no habrían perdido contacto con los compradores externos. Ni se habrían convertido en proveedores inseguros, en los que no se puede confiar.

Monsieur le Guillotine.

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