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12 de junio de 2019, 4:00 AM
12 de junio de 2019, 4:00 AM

Es el nombre de una famosa serie de TV de EEUU que se emitió entre 1985 y 1992, en la que actuaron los no menos renombrados Leonardo DiCaprio y Brad Pitt. Es también la traducción del título de una publicación emblemática del BID en 2009, cuyo foco fue analizar por qué la inversión privada ha sido baja en Latinoamérica. Y, es la sensación que existe en el ámbito cruceño cuando visualiza su futuro urbano y económico, según mi percepción.

El pueblito, que en 1900 tenía 18.000 habitantes, capital de un departamento que apenas exportaba el 2% del total, cambió. Hoy es una metrópoli de más de dos millones de habitantes en un departamento que aporta más de una cuarta parte de las exportaciones y el 30% del PIB.

Como en varias facetas de la vida y de la naturaleza, crecer implica dejar atrás varias cosas, retener algunas y emprender nuevas tareas. Y para el que lo experimenta, siempre va unido a una sensación de incertidumbre sobre el futuro.

En los dos últimos años han existido publicaciones, foros de discusión y propuestas sobre la metrópoli cruceña. Entre ellas están, por ejemplo, el Diagnóstico Región Metropolitana de Santa Cruz, de la arquitecta Claudia Canedo, con el apoyo del Gobierno Departamental; o el reciente libro La región metropolitana cruceña, liderado por el arquitecto Fernando Prado, del Cedure.

En cuanto a foros, se encuentran los efectuados tanto por la Asamblea Legislativa Departamental como por el Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra. Y entre las propuestas se encuentra el Proyecto Diamante elaborado por la Fundación Metrópoli, que fue entregado a las diversas autoridades el pasado abril para visualizar la ciudad metropolitana del rio Piraí.

La necesidad de hacerlo está; y de hecho es el tenor de la Ley Departamental 110 de 2015 la que establece esta urgencia. Y la he escuchado de todos los arquitectos, ingenieros, planificadores, servidores públicos, empresarios, etc. con los cuales se ha discutido este tema.

Pero no es suficiente.

Parafraseando a un premio Nóbel de Economía en 1976, es probable que exista un rezago entre la necesidad de acción y el reconocimiento social de esa necesidad; otro rezago desde el reconocimiento hasta la acción concreta; y uno más entre la acción y sus efectos.

El siglo XX fue el periodo de despegue de la economía cruceña sobre una fuerte base agroindustrial, el buen uso de recursos generados por hidrocarburos y una institucionalidad sólida. Hoy se vislumbra un siglo XXI donde la Santa Cruz urbana juegue un rol preponderante, con el desafío de generar las condiciones para crear emprendimientos y empleos urbanos de calidad, concentrados en otros sectores.

Ya es momento de actuar para construir la Santa Cruz de este siglo. Como cualquier transición se requerirán consensos entre el sector privado, público y la sociedad civil sobre lo que se conservará y lo que se dejará como legado. Y, sobre todo, el horizonte al que se desea llegar. Un proceso doloroso pero útil en lo social.

¡Así se construirá la afable y próspera Santa Cruz!

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