Opinión

Cartas para que nada cambie

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4 de abril de 2019, 4:00 AM
4 de abril de 2019, 4:00 AM

El flamante presidente de México que hace décadas promete grandes cambios, ha dado su primer golpe. Ha escrito cartas al rey de España y al papa. Exige que pidan perdón por la conquista de América. El señor López Obrador busca culpables de hace 500 años. Elegante manera de desviar nuestra mirada de los intocables culpables de ahora. Se esconde en escenarios de antaño porque hace falta mucho coraje para afrontar los graves problemas del México que le han encomendado.

Habría que recordarle al presidente mexicano que la historia no tiene marcha atrás. Ni las cartas de los reyes ni un milagro papal cambiarán lo que hicieron los conquistadores. No resucitarán los muertos que dejaron, ni reconstruirán los imperios que destruyeron. No cambiará el hambre que hoy pasa buena parte de su pueblo.

Evidente que la corona española destruyó vidas y tradiciones y culturas. Evidente que saqueó oro y plata y sueños y libertades y vidas. Pero el México de hoy lo han hecho y le han dado forma los mexicanos que condujeron y conducen esa tierra independiente y autónoma. Lo que hoy falla en su país no lo hicieron Adán, ni Eva ni los conquistadores. Las atrocidades de hace 500 años no son las que han dejado a Chiapas en la miseria, ni el comandante Marcos se levantó para auxiliar a los aztecas conquistados. Buscaba justicia para los que hoy tiene abandonados y excluidos el gobierno mexicano.

No hacen falta perdones de nadie para que la humanidad sepa que son inaceptables las atrocidades que eran normales hace 500 años. Ya nadie reconoce el derecho de conquista. Hemos abolido la esclavitud y estamos alcanzando la igualdad de género, porque la humanidad avanza. No es en el campo de la conciencia donde hace falta el presidente mexicano. Hace falta que aporte soluciones, que ofrezca hechos, realidades, cambios concretos para la vida de hoy y de mañana de su pueblo. No necesitamos antiguos socialistas teóricos y dogmáticos, ni plañideros que lloren el pasado. Necesitamos líderes que vislumbren caminos nuevos, que nos descubran esperanzas que se han perdido y que de una buena vez empiecen a construir una sociedad mejor.

En lugar de exigir disculpas, le sugiero al señor López Obrador que riegue su patria de escuelas geniales y luminosas, que envíe médicos a todos los rincones del país y que cuadrillas de técnicos acompañen a los campesinos a producir mejor. Luego, que busque la manera de que hasta en los más lejanos pueblos la gente pueda reír y cantar. Que las escuelas no sean todas iguales. Que estén preparadas para despertar a los artistas y también a los técnicos. Que despierten la inteligencia distinta de cada uno hasta que todos sean todo lo grandes que pueden ser. Que despierten la sociabilidad, la tolerancia y la justicia. Que ilusionen y que exijan y que alegren. A la vuelta de pocos años, los niños de estas escuelas no necesitarán escapar al norte para que los golpee el monstruo que allá los odia. Ellos serán capaces de organizarse. Serán capaces de maravillar al mundo con la genialidad y el encanto del pueblo mexicano y demostrarán que pueden trabajar y producir igual que cualquiera.

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