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13 de septiembre de 2019, 4:00 AM
13 de septiembre de 2019, 4:00 AM

¿Qué tan seguro está de que su interpretación de la realidad es correcta? ¿Tiene confianza que su opinión no ha sido manipulada, intencional o accidentalmente, por otros? Lanzo estas preguntas porque nos ayudan a comprender lo que pasa en Inglaterra y su salida de la Unión Europea, comúnmente denominada Brexit, con la cual ha estado asociada comercial y financieramente desde 1973.

El 23 de junio de 2016 más de 17 millones votaron en Gran Bretaña para salir de la Unión Europea, con un porcentaje de 52%. Cabe notar que el total de electores era 47 millones y 13 millones se abstuvieron.

Paradójicamente, los reportes de Google indican que la búsqueda más común después de la elección fue “qué significa dejar la Unión Europea”.

En otras palabras, varios votantes y otros que se abstuvieron se cuestionaron sobre la decisión tanto personal como colectiva. No era menor la preocupación porque más de la mitad de las exportaciones británicas se destinan a Europa.

Además, que estudios serios realizados por entidades internaciones y británicas señalan que la salida implicaría en torno a 5% menos de actividad económica hasta 2030. Por esta razón, durante estos años hemos visto desorden político en Gran Bretaña, primero con la renuncia de David Cameron, las infructuosas negociaciones de su sucesora Theresa May y las arriesgadas movidas del primer ministro Boris Johnson. Surge entonces la pregunta de cómo un resultado claramente desfavorable fue la opción preferida por la ciudadanía.

La respuesta se puede abordar desde el punto de vista de la economía conductual, una rama que se dedica al efecto de las emociones en nuestras decisiones, por encima del razonamiento. Esta rama de análisis tiene hasta el momento gran aceptación y varios premios Nobel, destacando Daniel Kahneman, conocido por su libro “Pensar rápido, pensar despacio”, y George Akerlof y Robert Shiller, por “Pescando tontos: la economía de la manipulación y decepción”.

Un elemento inicial clave fue el uso de una campaña política diferente. Dado el alto perfil digital de la población británica, una empresa de marketing político llamada Cambridge Analytica explotó comercialmente hasta 5 mil datos por cada votante, como lo señala el documental “Nada es privado”.

Mediante publicidad dirigida en las redes sociales se creó la sensación de que pertenecer a la Unión Europea implicaba costos como menor producción nacional y mayor desempleo, además de la masiva entrada de inmigrantes. Así se creó una desfavorable “concepción previa”. A medida que la idea se difundió, más personas la creyeron, lo que se conoce como “cascada informacional”, y que se resume en el dicho “si el río suena es porque piedras trae”.

Otros prefirieron no discutir esta idea para evitarse problemas, lo cual es una “cascada de conformidad”. Dos elementos más fueron clave para esta decisión colectiva. La primera fue el alto grado de polarización implícito en la opción permanecer versus abandonar; y la segunda el “sesgo de cognición”, que consiste en creer los rumores que apoyan más las concepciones previas. Con ese marco, varios votantes vieron la permanencia en la Unión Europea como una pérdida segura y costosa, mientras que la salida era la menos mala de las opciones. Esto va en línea con la “teoría prospectiva” que indica que nos afectan más las pérdidas que las ganancias.

La concurrencia de varios elementos sicológicos derivó en el triunfo de una idea equivocada, generando un problema de magnitud para el Reino Unido. Ya la incertidumbre ha afectado su actividad, pues decreció 0,2% en el segundo trimestre del año.

Esta experiencia nos deja varias lecciones: analizar nuestras ideas de la manera más objetiva posible, no creer inmediatamente en lo que se nos comparte, y ser moderadamente desconfiado de lo que nos comunican, aún si nos gusta la idea, verificando fuentes, fechas y autores. Estos consejos son relevantes en el contexto actual donde abundan noticias falsas. De lo contrario, la razón estará subordinada a la emoción con sus secuelas adversas.

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