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Bolivia y su imagen en los Juegos

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20 de mayo de 2018, 6:33 AM
20 de mayo de 2018, 6:33 AM

A solo seis días del comienzo de los XI Juegos Suramericanos Cochabamba 2018, los bolivianos deberíamos estar entusiasmados con la llegada al país de los miles de atletas que componen las delegaciones de 14 países e ilusionados con la ventaja que le ofrece a nuestros representantes la localía, después de cuatro décadas. Sin embargo, una serie de situaciones extradeportivas dominan la antesala de la competencia más importante del hemisferio, que vuelve a Bolivia para desarrollarse durante dos semanas en 43 escenarios, con 377 pruebas y 35 deportes. 

La atención ha estado dominada últimamente por denuncias sobre las adjudicaciones directas de ciertos servicios a la empresa de un exfuncionario público, el apresuramiento en la conclusión de obras demoradas y por reclamos de algunos deportistas nacionales por el débil apoyo a su preparación. La euforia gubernamental por la reciente entrega de los flamantes escenarios y por la nueva Villa Olímpica de Cochabamba contrasta con el desaliento de algunos de los atletas que dicen no haber recibido siquiera una polera en la etapa previa a la competición. Varios se han entrenado por su cuenta y han apelado al apoyo logístico de los que se conmueven con su triste situación. Ha ocurrido, sobre todo, con los inscritos en disciplinas menos practicadas, lo que hace temer una representación irrelevante. 

Al filo del estreno de Bolivia como anfitriona de los Juegos, las noticias que predominan aluden poco a las posibilidades de triunfo de los atletas nacionales y a la potencialidad de los rivales. En cambio, la atención sigue casi copada por los cuestionamientos, las sospechas y el encono político. Era previsible que a un año de la elección el Gobierno apueste por obtener rédito con un acontecimiento deportivo tan extraordinario y que sus opositores procuren neutralizar esta intención. Se supone que el deporte debería estar aislado de las motivaciones políticas, pero en el caso boliviano es difícil de conseguirlo. Es tan grande la influencia del Gobierno que hasta las medallas que se entregarán tienen la forma de la hoja de la coca, cuyo mayor defensor es el propio presidente.

Aunque no se puede desconocer el esfuerzo de invertir en una moderna y cómoda infraestructura, es criticable la deficiente atención en los recursos humanos, que son los que finalmente construyen los triunfos. El cemento no alcanza si no se apostó también con convicción por el entrenamiento y el estímulo. De nada puede servir la oferta de premios en miles de dólares si no se crearon a tiempo las condiciones para conseguirlos.

Pese a esta antesala desmotivadora, Cochabamba y Bolivia se alistan para la inauguración y el desarrollo de los Juegos, que pondrán a prueba la capacidad de organización y, por lo tanto, la imagen del país y de sus deportistas. La sede está. Queda esperar que los políticos tomen distancia para que los atletas y el público se adueñen de la fiesta que tanto esperamos.

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