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27 de febrero de 2019, 4:00 AM
27 de febrero de 2019, 4:00 AM

No es intención analizar en profundidad los distintos sistemas políticos y económicos que se han desarrollado en el mundo (además que el espacio no lo permite), el enfoque se encuentra en los dos últimos que, de una u otra manera, se han agotado, lo que necesariamente tendrá que dar lugar a otro u otros sistemas.

Mundialmente, considerando desde el siglo XX, se tuvieron sistemas político-económicos, que empezaron con el imperialismo que murió en la Primera Guerra Mundial; luego se tuvo al fascismo, que finalizó en la Segunda Guerra Mundial; y por último al comunismo que cayó junto con el muro de Berlín. Como señala Yuval Noah Harari, “el relato liberal demostró ser mucho más flexible y dinámico que ninguno de sus oponentes. Triunfó sobre el imperialismo, el fascismo y el comunismo al adoptar algunas de las mejores ideas y prácticas de estos sistemas. En particular, el relato liberal aprendió del comunismo a ampliar el círculo de la empatía y a valorar la igualdad junto con la libertad”.

En Latinoamérica tuvimos, principalmente desde fines del siglo XX, dos sistemas político-económicos que se fueron sucediendo ante el fracaso que iban teniendo los anteriores y que fueron el neoliberalismo y el socialismo del siglo XXI.

A fines de los ’80, los sistemas económicos latinoamericanos eran errantes e iban de un extremo al otro, generando crisis que afectaban a los países y tenían reverberaciones en su entorno. Esa situación dio lugar a lo que se conoce como Consenso de Washington, que intentó formular un listado de medidas de política económica que constituía un “paradigma único para la economía capitalista, cuyo objetivo era orientar a los países en desarrollo que estaban en crisis económica para que lograsen salir de la misma. Consideraba que había dos causas fundamentales que habían provocado la crisis en Latinoamérica, el “proteccionismo” y el “excesivo intervencionismo del Estado”, incapaz de controlar el déficit público.

Se propusieron 10 medidas: disciplina fiscal; reordenamiento de las prioridades del gasto público; reforma tributaria; liberalización de las tasas de interés; tipo de cambio; liberalización del comercio; liberalización de la inversión extranjera; privatización; desregulación y derechos de propiedad.

La aplicación de esas medidas tuvo efectos positivos, ya que desapareció la inflación, se bajó el déficit presupuestario, disminuyó la deuda externa y se aumentó el flujo de capitales. Sus efectos negativos muestran que no se consiguió el crecimiento económico, aumentó la desigualdad, hubo ausencia de progresos sociales y un deterioro de los derechos humanos. En síntesis, este sistema político-económico devino en el neoliberalismo que excluye el tema de la equidad y el problema ecológico, entre otros, y ha intentado convertirse en el paradigma económico del post socialismo. Se agotó el sistema político-económico basado en el neoliberalismo.

Ante esa situación emerge en América Latina un movimiento alternativo que es un nuevo tipo de socialismo para el siglo XXI, que “apuesta decididamente por el reforzamiento del poder estatal, democráticamente controlado, como forma de avanzar hacia el desarrollo económico y social de América Latina, fomentando la democracia participativa y las organizaciones de base, el tejido social”. Ideológicamente el Socialismo del Siglo XXI se basa en tres principios: “la igualdad y dignidad de todas las personas, especialmente las culturas oprimidas; la educación, como palanca de transformación social y, por último, la necesidad de la unión civil y militar para consolidar ese proceso de transformación social y política”.

Lamentablemente este Socialismo del Siglo XXI, devino en el populismo en un estado inaceptable de corrupción y demagogia, sustentada en la mentira por la falsificación política de la realidad debilitando la institucionalidad democrática.

América Latina ha tenido la capacidad de superar al neoliberalismo y ahora está superando al fracaso del Socialismo del Siglo XXI, deberá encarar que el sistema, siempre perfectible, se basa en la libertad de la gente, la justicia social, la protección de los derechos humanos, establecer mercados libres, permitiendo la libre circulación de personas, ideas y bienes, que la gente lo único que ansía es tener paz y prosperidad.

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