Opinión

A 12 años, decadencia y autoritarismo

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23 de enero de 2018, 4:00 AM
23 de enero de 2018, 4:00 AM

Evo Morales cumple 12 años en el poder y llega desgastado y deslegitimado, marcado por la corrupción de su entorno y de su Gobierno en general. En suma, un Gobierno en decadencia, un proyecto vaciado de contenido y una economía que se dirige hacia una grave crisis de insostenibilidad fiscal y de inviabilidad competitiva por 12 años de oportunidades perdidas. 

Acosado por la realidad, se refugia en el populismo autoritario y en el control de la justicia para prorrogarse en el poder. Y no es porque tenga una propuesta para el futuro de la nación, sino porque su entorno y él mismo saben que necesitan la protección del poder para no responder por los abusos cometidos.

El MAS acabó con sus propios mitos, la inclusión indígena, destruida por el atropello contra el Tipnis y el escándalo del Fondo Indígena; la Constitución, violada una y otra vez por la ambición masista de prorrogarse en el poder; la nacionalización, destruida por la corrupción, la ineficiencia y la politización de su gestión.

El cambio no llegó. Las mismas lacras criticadas al sistema político anterior continúan en el Gobierno de Evo. Peor aún, la desinstitucionalización generalizada del Estado, la carencia de toda noción de Estado de derecho y la apropiación de los recursos públicos producen escándalos casi semanales de corrupción.

La ilusión con la que mucha gente votó por Evo Morales en 2005 se ha convertido en desesperanza y frustración. El MAS ya no es mayoría entre la población y no tiene asegurada la victoria electoral, que cubría de legalidad todos sus atropellos. En menos de 12 meses, las derrotas del 21-F y del 3-D son la mayor prueba de ello.

Las protestas ciudadanas por la abrogación del Código del Sistema Penal se generalizaron a escala nacional e incluyeron a todas las clases sociales. Ya no alcanzan los llamados a la guerra del vicepresidente, ni su intento por estigmatizar a las clases medias tradicionales como únicas actoras de la protesta. Las nuevas clases medias también protestan e igualmente lo hacen amplios segmentos de los sectores populares. 

Ni Evo Morales ni el MAS representan futuro para el país, tampoco reflejan el presente de una sociedad cada vez más joven, ávida de modernidad, progreso e integración con el mundo. Todo lo contrario de lo que representan Evo y el MAS, anclados en el pasado, en la dependencia de la confrontación para sostenerse en el poder y en el sometimiento al chavismo de Maduro para las decisiones clave sobre su futuro personal y político. 

Qué quedará después de estos 14 años, no mucho. En lo positivo, quizás lo más destacable, carreteras, aunque la mayoría de mala calidad y con sobreprecio; además de dos nuevos bonos, el Juancito Pinto y el Juana Azurduy. En lo negativo, una democracia sin Estado de derecho, una sociedad confrontada y una economía que perdió la gran oportunidad de desarrollo de los años de mayores ingresos de la historia nacional, una nación sin salud ni educación, pero llena de elefantes blancos.

El desafío, construir una alternativa para reconstruir el republicanismo democrático; recuperar el Estado de derecho, garantizando las libertades y derechos ciudadanos; desarrollar una economía solidaria, que genere igualdad de oportunidades, y consolidar el Estado autonómico, para el progreso armónico de un país diverso.

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