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12 de agosto de 2018, 4:00 AM
12 de agosto de 2018, 4:00 AM

Hemos vivido la semana más inaudita del año, con sucesos bochornosos, más que asombrosos. Unos ladrones le robaron la medalla y la banda presidencial a un militar en la puerta de un prostíbulo en el que “hacía hora” para volar con los sagrados símbolos del poder en un maletín. Horas después los devolvieron en un templo, como parte de la escena final de un horroroso papelón. Humor más que negro, completado con la vergonzosa borrachera de un diputado que se desnudó en un aeropuerto. Días antes, un funcionario de la UIF fue encarcelado por incurrir en una imprecisión, nada menos que con las cuentas bancarias del presidente. ¿Qué está pasando en una Bolivia de la que se dice que va por buen camino? Corrijamos con rigor estas inconductas para intentar parecer un país serio y que a nuestras nuevas generaciones no les resulte normal vivir en medio de tantos escándalos.

Comenzó a funcionar la Casa Grande del Pueblo. Hay quienes están orgullosos del edificio y otros que lo ven como un lujo para un país pobre. Ciertamente, Bolivia tiene otras prioridades más básicas que una infraestructura de este tamaño. La historia juzgará la decisión de tenerla. Más allá de la polémica, se supo que estudian abrir los sábados el helipuerto a los recién casados para que se tomen fotos y a las promociones para que usen el auditorio. Que la intención de ofrecerlo como un espacio al pueblo no derive en nuevas chacotas.

Los empresarios reiteraron su preocupación por el posible pago del doble aguinaldo, pues hay sectores cuyas ventas cayeron entre 10 y 30 por ciento. Si se ahogan las empresas, tendremos muchos problemas con los empleos.

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