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13 de julio de 2018, 4:00 AM
13 de julio de 2018, 4:00 AM

Miguel Apaza, un zapatero que remienda su vida con más ilusiones que olvidos. Mientras sigue cosiendo sueños, lustra una historia de esperanzas. A los 9 años conoció la calle, fue lustrabotas, voceador en los micros y el vicio lo atrapó a los 17. Vivió en los canales e hizo el servicio militar. Cayó en el vicio y salió de él. Conoció al grupo voluntariado Calentando Corazones Bolivia. Lo reubicó y hoy camina con nuevas suelas, zapatero a tus zapatos. Ata los cordones de la supervivencia y su día a día le pega mejor con algo de comida en su estómago.  Cientos de Apaza deambulan sin saber que hay una pequeña luz de salida. Historias que motivan. 

La falta de ítems, de medicamentos, de tecnología, de servicios en los hospitales de segundo y tercer nivel, es un agujero negro. Este reclamo casi infinito, este recurrente lamento, se arrastra por décadas sin soluciones. Esta crónica de muerte anunciada no ha podido ser resuelta por nadie. Bolivia sigue atada a este peso ancestral. Hasta que algún día venga alguien con decisión firme y consistente y produzca el milagro.

Las comunidades de Francia y Croacia en Santa Cruz están hinchadas de alegría. Alistan festejos para este domingo, con la premura del caso. En la Alianza Francesa, por ejemplo, después de festejar el 14 de julio su fecha patria, ya extienden una pantalla gigante para la transmisión del partido del día siguiente. Mientras que los croatas, una extensa comunidad de descendientes, continúan con su cábala de ver el partido final en un salón del barrio El Paraíso, donde vibran cada minuto del Mundial ruso. Enorme expectativa se repite en el planeta por una final inesperada, pero merecida. Un domingo distinto lleno de pasión, goles y festejos.
 

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