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25 de mayo de 2018, 4:00 AM
25 de mayo de 2018, 4:00 AM
Hace un año
un venezolano que gana el salario mínimo en su país dedicaba poco más de una jornada laboral para comprar un kilo de pollo. Ahora debe trabajar lo equivalente a 11 días para conseguirlo, según cálculos de Harvard Center for International Development. El dato revela la gravedad de la inflación y de la crisis alimentaria de la hermana nación, en la que para disponer de alimentos básicos hay que importarlos, pero faltan divisas. Es un enigma cómo sobreviven muchos venezolanos con tanta escasez y es imperioso que el Gobierno de Maduro, que al parecer seguirá para largo, ofrezca un alivio a la mayoría de sus compatriotas.


Un funcionario del Gobierno
planteó ayer a las reparticiones subnacionales comprar productos bolivianos, aunque sean más caros que los importados. La idea es ayudar a que las pequeñas empresas refloten, ya que luchan para no ahogarse debido al aumento de sus costos laborales y al contrabando. Es deseable consumir lo nacional, pero resulta difícil imponerlo por decreto. Medidas para alargar la vida de las microempresas pasan más que por los buenos deseos. En realidad, lo que las hará crecer son acciones que alivianen sus costos sociales y que, por lo tanto, las hagan más competitivas respecto a las extranjeras. También es vital una decidida lucha contra el contrabando.


Zuckerberg
pidió disculpas a los europeos por no tomar las medidas oportunas que impidan la filtración de datos de los usuarios de Facebook con fines electorales. El fundador de la red, que mueve miles de millones de dólares, no supera el mal momento de la reputación de su compañía, ni siquiera con sus repetidos ‘mea culpa’. Solo acciones más que contundentes para proteger la privacidad ayudarían a recuperar la confianza perdida. 
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