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6 de enero de 2018, 4:00 AM
6 de enero de 2018, 4:00 AM

La primera semana de enero ya muestra que estamos en los albores de un año de conflictos. Las declaraciones, las interpretaciones, las respuestas y los avances y retrocesos en las decisiones políticas se mezclan con las marchas de protestas, los gases policiales, las inundaciones y el lodo de la muerte que nos dejó el fatídico 2 de enero. Entreverados en una trifulca de sensaciones y venas abiertas a cuello vivo, iniciamos enero con más problemas que soluciones. Ante un clima de sospechas y falta de confianza, es mejor bajar un cambio, ¿o le metemos nomás?

Cuando hablaba de poner las barbas en remojo por la falta de infraestructura en una ciudad compleja y descuidada, digo que antes que justificar una gran lluvia imposible de parar conviene reconocer que hay mucho por hacer, tener un plan y ejecutarlo, y todo esto  antes  de que llueva. Por ejemplo, si bien el túnel de El Trompillo es una obra necesaria y muy utilizada por miles de vehículos a diario, cuando llueve en forma copiosa es un peligro real y su desagüe no es efectivo. Por lo tanto, o la Alcaldía mejora el funcionamiento de evacuación rápida o, antes que se inunde, podría acordonar el lugar evitando que suceda lo que no queremos, que se ahogue gente dentro.

La Organización Mundial de la Salud (OMS)  determinó el trastorno por videojuegos como una enfermedad mental, dentro de su Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11). El tema ha levantado el debate de los que están a favor y en contra. En todo caso, el proceso será primero aceptar el problema, reconocerlo, para luego abordarlo mediante un adecuado tratamiento.

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