Opinión

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24 de noviembre de 2017, 4:00 AM
24 de noviembre de 2017, 4:00 AM
Nos visita estos días
el presidente con más tiempo en el poder. Teodoro Obiang manda desde hace 38 años en Guinea Ecuatorial, un pequeño país centroafricano de menos de   1.500.000 habitantes en el que se habla español. Llegó a la presidencia después de darle un golpe de Estado a su tío, otro dictador que fue luego ejecutado. Desde entonces gana reelecciones con más de 90% de los votos, lo que provoca admiración de algunos de nuestros políticos bolivianos, que lo han recibido nada menos que con el Cóndor de Los Andes por “su aporte a la cooperación bilateral”. Lo que no se comenta es que Obiang casi no admite competencia electoral y persigue y encarcela a sus opositores. Tampoco se dice nada sobre el informe de Reporteros Sin Fronteras que lo ubica entre los mayores enemigos de la libertad de prensa. Podríamos entender a partir de estos datos la fórmula de tan resonantes triunfos.

 

Bolivia ha encontrado
en la natación una de sus pocas satisfacciones deportivas. La cochabambina Karen Tórrez se trae nada menos que dos medallas de los Bolivarianos, una de oro y otra de plata. Mérito fundamentalmente personal, en una disciplina con poquísima atención mediática, ya que el fútbol siempre acapara los titulares. Hay que comenzar a mirar con más frecuencia las piletas en las que se forman nuestros jóvenes deportistas.

 

Nos acercamos
a la fecha en la que se rememorará el primer año de la tragedia de LaMia. Volverán los recuerdos dolorosos, con muchas interrogantes sobre las responsabilidades,  sanciones judiciales y resarcimiento de daños. Correrá otra vez mucha tinta con importantes revelaciones periodísticas, según se comenta.
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