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23 de noviembre de 2017, 4:00 AM
23 de noviembre de 2017, 4:00 AM
El único consenso
que hay por ahora entre el oficialismo, la oposición y organizaciones como la Iglesia católica es que los bolivianos debemos acudir el 3 de diciembre a las urnas. Por lo demás, las elecciones parecen convertirse más en un plebiscito o en otra medición de las fuerzas de Evo Morales y las de sus adversarios, más que en un proceso que busca un cambio cualitativo del sistema judicial. Aparentemente los candidatos no han interesado y, menos aún, conquistado a la mayoría de potenciales votantes, porque nacieron con la marca de la desconfianza de haber sido preseleccionados por su funcionalidad al Gobierno. Casi en bloque, los principales líderes opositores han anunciado que votarán nulo, lo que está permitido por la ley, aunque al final solo servirá como un dato testimonial, como ocurrió en la primera votación, ya que asumirá el que obtenga aunque sea solo un voto. Así volveremos a repetir un proceso que, probablemente, cambiará poco o nada la triste realidad judicial.

 

Mugabe dejó el poder
después de 37 años. Lo había asumido como un auténtico libertador de ese país africano, pero terminó como dictador. Es el caso típico de gobernantes que empiezan bien un proceso de la historia, pero que lo finalizan en las peores condiciones al resistirse a renunciar a la silla, sobre todo creyendo que son irremplazables. Mugabe solo aceptaba la sucesión de su esposa, 40 años menor que él, lo que lo hizo caer por decisión de su propio partido y de las FFAA. Definitivamente, hay que saber cuándo irse para no embarrar los propios logros en la historia. 

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