Los diputados soviéticos dictaminaron entonces que el envío de tropas a Afganistán "merece una condena moral y política"

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13 de febrero de 2019, 10:32 AM
13 de febrero de 2019, 10:32 AM

El presidente de la Duma o Cámara de Diputados de Rusia, Viacheslav Volodin, aseguró hoy que la invasión soviética de Afganistán (1979-1989) no puede ser interpretada de otra forma que como una "gesta".

"Independientemente de cómo algunos intentan interpretar esos hechos (...) no podemos poner en duda la gesta de nuestros soldados, oficiales y funcionarios que cumplieron con su deber en Afganistán", declaró Volodin al inaugurar una exposición dedicada a los 30 años de la salida de las tropas soviéticas del país centroasiático.

Al tiempo que destacó la importancia de defender la "verdad histórica", Volodin subrayó que, al tomar la decisión sobre el envío de las tropas soviéticas, el Kremlin "defendió los intereses del país fuera de sus fronteras".

"Muchos dieron su vida y debemos hacer todo lo posible para que dicha gesta sea inmortal", afirmó.

Volodin destacó que la Duma apoya la concesión de ayudas a los veteranos de la guerra de Afganistán y a las organizaciones que los representan.

En el marco del acto, entregó un diploma de honor a Borís Gromov, el general que dirigió la retirada de las tropas soviéticas en febrero de 1989 y que encabeza ahora la organización "Hermandad de Armas".

Al respecto, el líder ultranacionalista Vladímir Zhirinovski aseguró que en caso de que la Duma presente a votación la anulación del juicio negativo que el Congreso de Diputados del Pueblo soviético hizo el 24 de diciembre de 1989 de la invasión de Afganistán, todos los partidos la apoyarían.  

"Dicha disposición fue perniciosa, minó la autoridad del Ejército, de todo el país. No hubo ningún error. (El Ejército ) Cumplió con su deber. Llegó y se fue. Si alguien fue culpable, fueron los jefes", dijo Zhirinovski.

Las tropas de la URSS pisaron oficialmente Afganistán el 27 de diciembre de 1979 y lo abandonaron definitivamente el 15 de febrero de 1989, varios meses antes de la caída del Muro de Berlín.  

En su momento, la invasión soviética fue vista en Occidente como un descarado intento de Moscú de hacerse con el control de Afganistán, un cruce de caminos por el que han pugnado las principales potencias desde Alejandro Magno.

Gromov reconoce que la intervención fue "un error", aunque califica de "humanitaria" la operación militar, para la que Moscú formalmente contaba con una petición de ayuda del Gobierno de Kabúl de la época, pese al más de un millón de afganos que murieron bajo los bombardeos soviéticos.  

Según los archivos soviéticos hoy desclasificados, los generales desaconsejaron el despliegue de tropas en Afganistán, pero el Politburó comunista prefirió hacer caso a los informes del KGB, que alertaban sobre la creciente presencia de EEUU en la zona.  

Según datos oficiales, el Ejército soviético perdió cerca de 15.000 hombres en Afganistán y decenas de miles regresaron enfermos, mutilados y heridos en su orgullo.

Más de 620.000 soldados combatieron durante una década a ese "enemigo invisible", los muyahidín, guerrilleros financiados por la CIA estadounidense, invasión que motivó el boicot de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 y cuyo fiasco es considerado uno de los detonantes de la caída de la URSS.

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