Juan Barros, colaborador de Fernando Karadima, dejó su cargo y pidió perdón. Los prelados son acusados de proteger a sacerdotes que abusaron de jóvenes

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12 de junio de 2018, 4:00 AM
12 de junio de 2018, 4:00 AM

El papa Francisco inició ayer una purga en la Iglesia Católica de Chile al aceptar las renuncias presentadas por tres de los obispos chilenos más salpicados por los casos de abusos a menores por parte de religiosos y la falta de transparencia.

El Vaticano comunicó que el papa aceptó la renuncia y por tanto quedarán sin algún cargo el obispo de Osorno, Juan Barros; de Valparaíso, Gonzalo Duarte García de Cortázar, y de Puerto Montt, Cristian Caro Cordero, estos dos últimos mayores de 75 años.

El pasado mayo, el papa Francisco mandó llamar a 34 obispos chilenos al Vaticano y estos presentaron sus renuncias en bloque tras reconocer que habían cometido “graves errores y omisiones", y ahora el pontífice ha aceptado tres de ellas.

Sobre todo la de Barros, al que el mismo pontífice argentino había otorgado la diócesis de Osorno a pesar de las protestas de los fieles y cuya renuncia rechazó hasta en dos ocasiones.

La noticia se conoce en la víspera de que el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y el sacerdote de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Jordi Bertomeu, viajen a Chile para efectuar una nueva investigación sobre estos casos.

Estarán los días 12 y 13 de junio en Santiago de Chile, y del 14 al 17 de julio permanecerán en Osorno, informó el Arzobispado de Santiago.
Las tres diócesis quedarán provisionalmente en manos de tres administradores apostólicos, es decir interventores por parte del Vaticano en espera de nuevos nombramientos.

En Puerto Montt (sur), el papa ha designado a Ricardo Basilio Morales Galindo; en Valparaíso (centro), a Pedro Mario Ossandón Buljevic, y en Osorno (sur), a Jorge Enrique Conchua Cayuqueo; los dos últimos son obispos auxiliares de Santiago de Chile.

El pasado enero, el papa Francisco viajó a Chile y en su periplo defendió al obispo Barros, considerado uno de los encubridores del cura Fernando Karadima, condenado en 2011 por la justicia canónica a una vida de reclusión y penitencia por violaciones y abusos sexuales a menores y las ramificaciones del caso.

Pero tras su regreso al Vaticano, Francisco ordenó a Scicluna una investigación para escuchar el testimonio de las víctimas y conocer lo ocurrido.

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