La situación es particularmente crítica en las zonas rurales, donde, lejos de la rutilante vitrina que constituye Moscú, los sueldos y las pensiones apenas permiten subsistir

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13 de marzo de 2018, 7:37 AM
13 de marzo de 2018, 7:37 AM

Hace tiempo que se jubiló pero, a sus 70 años y como muchos otros rusos, Irina Semionova tiene que seguir trabajando, vendiendo sus conservas de tomates y berenjenas a la salida del metro de San Petersburgo, para complementar su escasa pensión.

 De los 12.000 rublos (unos 170 euros) de su jubilación, apenas le quedan 4.000 (50 euros) para vivir después de pagar las facturas y los medicamentos. "¿Se puede vivir con 4.000 rublos, sobre todo en una ciudad como San Petersburgo, donde todo es caro?", se pregunta. 

Su tabla de salvación es su casa de campo, en la periferia de la antigua capital imperial, en el noroeste del país. "Voy allí en verano, tengo un huerto y vendo lo que cultivo, eso me ayuda a sobrevivir". 

En sus dos primeros mandatos (2000-2008), Vladímir Putin enderezó una economía exhausta tras el marasmo que siguió a la caída de la Unión Soviética, permitiendo un aumento del nivel de vida. 

Pero desde su vuelta al Kremlin en 2012, tras cuatro años en el cargo de primer ministro, la maquina se estancó. Rusia acaba de pasar cuatro años de declive del poder adquisitivo, pues los precios se dispararon entre 2014 y 2016 a causa de la caída de los precios del petróleo y las sanciones occidentales ligadas a la crisis ucraniana. 

Si bien la tasa de pobreza se redujo del 29% de la población en 2000 al 10,7% en 2012, según la agencia de estadísticas rusa Rosstat, en 2016 volvió a subir, hasta el 13,5%. 

Según el Banco Mundial, menos de la mitad de la población (46,3%) gozarían de una situación económica segura -esto es, sin riesgo de caer en la pobreza-, diez puntos menos que en 2014. 

La situación es particularmente crítica en las zonas rurales, donde, lejos de la rutilante vitrina que constituye Moscú, los sueldos y las pensiones apenas permiten subsistir. 

"Los precios son de locos", denuncia Viacheslav, mecánico jubilado de la región de Kaluga (200 km al suroeste de Moscú). "No puedo comprar nada". 

En un pueblo vecino, Tatiana Kuznetsova, de 47 años, ya sabe que tendrá una pensión de menos de 100 euros, pese a que ha "trabajado duro desde la infancia". En esas condiciones, imposible sustituir su traqueteante vehículo, lamenta esta empleada de una fábrica de transformación de pescado. 

Según un estudio del banco Crédit Suisse, el 10% más rico de la población posee el 77% de la riqueza, situando a Rusia al mismo nivel que Estados Unidos en términos de desigualdad entre los países desarrollados. 

"Entre 2000 y 2013, el gobierno no tuvo que preocuparse demasiado por la economía, porque el alza de la riqueza petrolera y el fuerte crecimiento de los ingresos y del crédito estimularon la economía sin que el gobierno tuviera que intervenir mucho", considera Chris Weafer, fundador de la consultora Macro Advisory. 

-'Pobreza inaceptable'-

Un modelo económico basado en el petróleo que se ha desinflado, según el economista. Aunque el crecimiento regresó el año pasado tras dos años de recesión, las previsiones de crecimiento a medio plazo no superan el 1-2%, muy lejos de los resultados de los años 2000. 

"No basta para mejorar el nivel de vida de la gente o financiar más la educación, la salud, etc", afirma Chris Weafer. 

Las recientes dificultades no han afectado, hasta ahora, a la popularidad de Vladímir Putin pero el presidente les dedicó una parte de su discurso anual frente al Parlamento, a principios de marzo. 

Se fijó como objetivo reducir a la mitad en seis años la tasa de pobreza "inaceptable" y alcanzar un crecimiento en torno al 4%. Prometió inversiones en infraestructuras, salud y vivienda, pero no dio detalles sobre la financiación ni mencionó ninguna reforma contra los frenos estructurales al crecimiento, principalmente demográficos.

 "A lo largo de la última década, hemos escuchado palabras bonitas sobre reformas y eso nunca ha dado lugar a nada en realidad", lamenta Neil Shearing, del gabinete Capital Economics, subrayando la necesidad de "políticas de redistribución, pero sobre todo reformas económicas para reforzar el crecimiento de la productividad, lo que aumentará los salarios". 

Para Natalia Orlova, economista del banco Alfa, el crecimiento del año pasado se explica, sobre todo, por los gastos temporales vinculados a grandes proyectos, como el puente en construcción hacia Crimea. 

"Concentrarse en la estabilidad del presupuesto es la mejor estrategia, pues las sanciones obstaculizan el resto", considera. 

El gobierno articuló su política de los últimos años en torno al rigor presupuestario y monetario, que se mantuvo aparentemente estable e impidió que se dispararan los déficits o la deuda, como en los años 1990. 

Oleg Kuzmin, economista de Renaissance Capital, ve en ello una fuente de optimismo: "el nivel de vida sigue siendo inferior al que era, pero la economía se ha vuelto considerablemente menos arriesgada: la inflación es débil, la fuga de capitales ha bajado, el sector bancario ha sido saneado [...], eso debería contribuir a continuar con un desarrollo sostenible".