El 14 de mayo de 2018, Estados Unidos abrió su embajada en Jerusalén, un terremoto diplomático que coincidió con un baño de sangre en la Franja de Gaza. Un año después, perduran las incógnitas

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12 de mayo de 2019, 10:34 AM
12 de mayo de 2019, 10:34 AM

El 14 de mayo de 2018, Estados Unidos abrió su embajada en Jerusalén, un terremoto diplomático que coincidió con un baño de sangre en la Franja de Gaza. Un año después, perduran las incógnitas sobre las consecuencias inmediatas y futuras de esa decisión en el conflicto israelo-palestino.

¿Qué pasa en Jerusalén?

El traslado con toda la pompa de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén concretó una de las promesas más controvertidas del presidente Donald Trump: el reconocimiento, anunciado en diciembre de 2017, de esa ciudad como capital de Israel, rompiendo el consenso internacional.

 Para Israel, es el reconocimiento "histórico" de un lazo de 3.000 años entre el pueblo judío y Jerusalén. Los palestinos, que quieren hacer de la parte este de la ciudad la capital del Estado al que aspiran, están indignados.

 El estatuto de Jerusalén está en disputa desde la creación de Israel en 1948 y la guerra que la acompañó. Israel se apoderó de Jerusalén Este en 1967 y la anexó. La ONU considera que Jerusalén Este está ocupada. Los países con sede diplomática en Israel mantienen su embajada afuera de la ciudad hasta que se solucione de manera negociada ese estatuto.

¿Y en Gaza?

Desde marzo de 2018, la frontera entre Gaza e Israel ve a los palestinos manifestarse por su derecho a regresar a las tierras de las que huyeron o fueron expulsados con la creación de Israel, y contra el bloqueo impuesto por el Estado hebreo para contener a Hamás, que detenta el poder en el enclave.

 Son las "Marchas del retorno", un movimiento pacífico nacido en la sociedad civil, según Hamás. Para Israel, se trata de una violenta instrumentalización de parte del movimiento islamista.

 El 14 de mayo de 2018 colisionan las reivindicaciones de las "marchas": la protesta contra el traslado de la embajada y la conmemoración anual de la "Nakba", la catástrofe que representó para los palestinos la creación de Israel el 14 de mayo de 1948. Al menos 62 palestinos murieron en las manifestaciones y enfrentamientos con los soldados israelíes.

¿Qué contexto?

Un conflicto israelo-palestino sin resolución desde hace décadas e iniciativas diplomáticas estancadas desde 2014. Un Hamas que rechaza la existencia de Israel y con el cual el Estado hebrero tuvo tres guerras desde 2008. Una ocupación y una colonización israelíes persistentes en Cisjordania.

 La llegada de la Casa Blanca de Donald Trump es la de un hombre que prometió ser el presidente más pro-israelí de historia de Estados Unidos. Desde entonces, su administración ha multiplicado las demostraciones pro-israelíes y los agravios a los palestinos.

 Al margen de las "marchas" que continúan en Gaza, se suceden aumentos de tensión imprevistos -el último de ellos a principios de mayo-, con disparos de cohetes palestinos y ataques de represalia israelíes, lo que hace temer en cada ocasión por una nueva confrontación abierta. Unos 300 palestinos y seis israelíes han muerto por actos de violencia desde marzo de 2018.

¿Qué efectos desde entonces?

Dos días después de Estados Unidos, Guatemala anunció el traslado de su embajada a Jerusalén. Paraguay fue el siguiente, pero dio marcha atrás en septiembre luego de un cambio de gobierno. Otros países afirman su intención de imitar a Estados Unidos, pero sin concretarlo.

 El vocero del ministerio israelí de Relaciones Exteriores, Emmanuel Nahshon, confía en el paso del tiempo, y habla de "una dinámica nunca antes vista" de visitas de responsables extranjeros y apertura de misiones que, sin embargo, no tienen rango de embajadas.

 El caos prometido tras el traslado no se materializó, subraya. En cuanto al efecto sobre el esfuerzo de paz con los palestinos, "hace años que no hay proceso de paz", señala.

 Por el contrario, para los palestinos las relaciones con Estados Unidos transitan "el peor periodo de su historia", dice Ahmed Majdalani, consejero del presidente Mahmud Abas. Las iniciativas estadounidenses sobre Jerusalén han tenido "un gran impacto" y, en un año, al administración Trump pasó "del estatuto de intermediario parcial al de defensor de la ocupación" israelí.

¿Y ahora? 

Los responsables palestinos suspendieron los contactos oficiales con el gobierno estadounidense en diciembre de 2017. Rechazan por adelantado el plan del yerno y asesor de Trump, Jared Kushner, para cerrar un acuerdo diplomático "final" deseado por la Casa Blanca.

 El plan debería ser presentado tras el Ramadán, que termina a principios de junio, dice Kushner, lo que otorgaría a Benjamin Netanyahu el tiempo de formar un gobierno israelí quizás aún más de derecha que el anterior.

 La administración estadounidense no deja de decir que el plan romperá los parámetros históricos. Podría en particular no hacer referencia a la creación de un Estado palestino independiente.

 Las decisiones sobre Jerusalén produjeron "el efecto buscado en término de política interior" estadounidense, al halagar a una parte del electorado de Trump, afirma Hugh Lovatt, analista en el Consejo Europeo para la Relaciones Exteriores.

 Pero tienen "un impacto negativo sobre su futuro plan de paz. Es más difícil ahora que los países del Golfo lo apoyen porque Jerusalén Este es una línea roja", dice.

 Al ser consultado antes del aniversario, el Departamento de Estado reitera que el traslado de la embajada no hizo más que reconocer una realidad y no prejuzga las próximas negociaciones, prometiendo un plan "justo, realista y realizable", que "ofrecerá un futuro propicio para todos".