El ex presidente brasileño mantuvo en vilo al país hasta que finalmente se entregó. Por la mañana dio un encendido discurso, que hizo notar su liderazgo político

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8 de abril de 2018, 6:34 AM
8 de abril de 2018, 6:34 AM

Las últimas horas en libertad de Luiz Inácio Lula da Silva se convirtieron en una ceremonia de la confusión que terminó con su entrega a la Policía tras un ultimátum que amenazaba con complicar aún más su situación legal.

El líder del Partido de los Trabajadores (PT) se entregó a las autoridades en San Pablo 26 horas después de que venciera el plazo dado por el juez Sergio Moro para su ingreso en prisión.

Desde que la noche del jueves Lula se atrincheró en el Sindicato Metalúrgico de San Bernardo do Campo, en las afueras de San Pablo, tras recibir el auto de prisión de Moro, se multiplicaron las versiones contradictorias sobre su futuro.

El sábado, horas después de un apasionado discurso, en un primer intento, Lula no logró abandonar las inmediaciones del sindicato. Sus seguidores no querían que se entregara a las autoridades e impidieron el paso de su vehículo. Finalmente, el expresidente de Brasil salió del sindicato sin auto, rodeado de una multitud de seguidores que lo llevaron en andas antes de que se entregara.

En caravana de vehículos se dirigió a un aeropuerto de San Pablo, desde donde el exmandatario fue llevado en avión a la ciudad de Curitiba, unos 450 kilómetros al sur, para ingresar a la sede de la policía federal de la ciudad y comenzar así a cumplir la pena de 12 años y un mes de cárcel.

Esta es la primera vez en la historia de Brasil en que un presidente es encarcelado por un delito común, pues otros han sido apresados, pero por motivos políticos.

Un encendido discurso

Estando aún recluido en el sindicato con su defensa, sus familiares, la cúpula del PT y sus aliados políticos, Lula recuperó su vieja práctica sindical de escuchar todas las voces antes de tomar la decisión de entregarse.

Se agotaba el plazo dado por Moro (el viernes) y el expresidente se mantenía en silencio, aunque poco antes de la hora límite no era ya un secreto que no acataría la orden del juez. En la calle, miles de simpatizantes festejaban con gritos de “no te entregues” y “Lula, guerrero del pueblo brasilero”.

Mientras, sus abogados mantenían una carrera frenética para negociar las condiciones de la entrega y recurrir ante todas las instancias legales, incluida Naciones Unidas, para intentar frenar su entrada en prisión.

Avanzada la noche, la Policía hablaba abiertamente de negociaciones para la entrega, pero la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, negaba cualquier tipo de diálogo y alimentaba aún más la confusión. Poco después, la Policía filtró que Lula no sería detenido durante la noche y Holffmann anunció para el sábado una ceremonia en memoria de Marisa Leticia, la esposa de Lula, fallecida el año pasado.

La expectación crecía a medida que avanzaba la mañana del sábado y fue el propio Lula quien aclaró su futuro. En un emotivo discurso, de casi una hora, el viejo sindicalista anunció su intención de cumplir la orden judicial y se despidió de la militancia.

“Hoy es el día más indignante de mi vida”, dijo un Lula emocionado, que rescató su pasado sindicalista y su breve paso por la cárcel durante la dictadura para asegurar que, como entonces, ahora saldrá de prisión más fortalecido y su legado crecerá porque “cuantos más días me dejen preso, más Lulas van a nacer”.

Una despedida que terminó con decenas de simpatizantes llorando y con Lula conducido en hombros, de nuevo, al interior del sindicato entre vivas y flores.

A partir de ahí, su entrega se suponía inminente; sin embargo, avanzaban las horas y la incertidumbre. Bien entrada la tarde, un convoy policial se acercó al sindicato y Lula intentó salir en coche, pero un reducido grupo de militantes impidió que avanzara. El expresidente volvió a entrar en el edificio y la tensión fue en aumento porque se acercaban las 18:00, hora local, el límite a partir del cual, según la legislación brasileña, la Policía no puede practicar detenciones.

Los rumores se dispararon. Algunos medios apuntaban a una nueva estrategia dilatoria de Lula y otros llegaron a especular con que la entrega se retrasaría al lunes. La presidenta del PT pidió entonces a los militantes que liberaran la salida, ante un ultimátum de la Policía: Lula tenía 30 minutos para entregarse. De lo contrario habría consecuencias jurídicas graves.

“La Fiscalía ya le solicitó a la Justicia que ordene una detención preventiva debido a que Lula no se presentó en el plazo que le habían dado. Si dictan la prisión preventiva, estaremos impedidos de presentar recursos, como habeas corpus, para intentar liberarlo", dijo Hoffman.

Minutos después, en medio de un tumulto, el expresidente salió por su propio pie del sindicato y caminó un centenar de metros para subirse a un coche de la policía federal.

El convoy estaba compuesto por varios vehículos oscuros, sin distintivos de la Policía Federal, tal como él había pedido.

En Curitiba lo esperaba una celda de 15 metros cuadrados y un régimen especial para evitar el contacto con otros presos de Lava Jato, incluidos los delatores que ayudaron a que lo condenaran.

En Curitiba

El anuncio de su detención fue recibido con bocinazos y fuegos artificiales en barrios de San Pablo y de otras ciudades brasileñas. En Curitiba, manifestantes vestidos de verde y amarillo celebraban ruidosamente gritando: "Ven Lula, Curitiba te espera con las rejas abiertas".

 

ANÁLISIS

“Lula seguirá siendo un líder político”

Gustavo Pedraza/Analista político

La crisis política de Brasil puede tener salidas inesperadas y tendrá que darse en las próximas elecciones de octubre. La primera ola del impacto de la operación  Lava Jato expulsó al PT del poder. 

La forma de la salida del poder del PT y la cuestionada imagen de sus sucesores favoreció a la recuperación política del PT. La segunda ola del impacto de Lava Jato muestra una recuperación de Lula y del Partido de los Trabajadores, evidenciado por  la preferencia electoral que lo coloca en el primer lugar frente a otros probables candidatos a la Presidencia. Estos factores conducen a inferir que pese a ser encarcelado, Lula seguirá influyendo en la política brasileña. El colapso de los partidos políticos tradicionales, la ausencia de candidatos fuertes que le puedan ganar al PT y la alta popularidad del expresidente Lula son factores que pueden favorecer al PT en la competencia electoral de octubre. Si bien Lula no podrá ser candidato, puede ‘delegar’ o apoyar a una candidatura de su partido para las elecciones que disputaría en buenas condiciones la Presidencia.

El impacto del encarcelamiento de Lula probablemente sea otro factor de polarización política interna entre las izquierdas y las derechas en algunos países, como Bolivia, Ecuador y Venezuela. En la región será una razón para que los futuros presidentes tomen previsiones de mayor transparencia en su gestión de poder. 

Una lección por aprender de Lava Jato: la corrupción en la política no tiene ideología, se incuba donde el dinero del Estado es usado sin procedimientos transparentes. Si este modelo de gestión pública no cambia, acabarán en la cárcel muchos servidores públicos más, la corrupción hay que prevenirla, no solo sancionarla.