Tuvo una infancia en el seno de un hogar bohemio, fue estudiante mediocre y universitario brillante. Escuchaba a Wagner, leía ciencia ficción, viajó por todos los continentes y se aferró a la vida y a la ciencia

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15 de marzo de 2018, 7:00 AM
15 de marzo de 2018, 7:00 AM

Su apabullante intelecto, su sentido del humor, la destructiva enfermedad que padeció (esclerosis lateral amiotrófica) y una insaciable curiosidad, esas son las características principales que envolvieron la personalidad de Stephen Hawking. 

Al físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico que murió este miércoles a la edad de 76 años se lo podría considerar una suerte de rock star, pero del mundo científico.

Fue muy popular, al punto de que su libro Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros  ha sido hasta la fecha el libro de ciencias más vendido en el mundo.

Su voz robótica fue parte de su leyenda (la esclerosis destruyó poco a poco su cuerpo, su capacidad motora, sus músculos, lo postró en una silla de ruedas y luego le quitó la capacidad de hablar, desgracia que subsanó gracias a un sintetizador de voz electrónico). Y se podría decir que la pregunta que Stephen persiguió toda su vida fue ¿cuál es el origen del universo? 

Hawking, el ser humano 
Hijo de un respetado biólogo (Frank Hawking), tuvo una infancia marcada por la vida bohemia de una familia cuyo coche familiar era un clásico taxi negro londinense.

Según un reporte del diario El País (España), fue un estudiante mediocre en St Albans (Londres), pero su brillantez fue reconocida por sus compañeros, que lo apodaron ‘Einstein’ por su facilidad para comprender la ciencia. Más tarde cuando Hawking se matriculó en Matemáticas y Física en Oxford (1959), encontró los estudios tan fáciles que, según él mismo calculó, sacó adelante la carrera con solo mil horas de estudio: una al día.

Cuando se dedicó al posgrado en Cosmología en la Universidad de Cambridge empezaron a agudizarse los síntomas de su enfermedad y pasó años dedicado a escuchar a Wagner, beber y leer ciencia ficción.



Su condición no lo privó de hacer ciencia ni de casarse (en dos oportunidades) y de tener hijos (Lucy, Robert y Tim). Su primera esposa, Jane Wilde, escribió un libro sobre su vida con Hawking, en el que lo describía como un “emperador todopoderoso” que encontró en su segunda mujer a “alguien dispuesta a adorarlo a sus pies”.  

Su vida fue un desafío a los límites. Celebró sus 60 años subido en un globo aerostático y a los 65 probó la velocidad cero a bordo de un boeing
727, demostrando que no estaba limitado por su discapacidad física, porque su espíritu no estaba discapacitado.
Stephen Hawking con obsesión se agarró al mundo, superando los dos años de vida que le dieron por toda expectativa los médicos, viviendo hasta este miércoles a los 76 años.

Aporte científico
Para Mohammed Mostajo, científico boliviano que estudió y sobresalió en Harvard, enterarse de la muerte de Hawking fue impactante, por más que el científico haya sido desahuciado hace más de medio siglo. “Su aporte ha sido importante en la parte del origen del universo y los agujeros negros. Nos ayudó bastante a entender los mecanismos de entropía y de energía de ambos fenómenos. Hace un par de años fui invitado a una de sus charlas en Boston y tuve la oportunidad de conocerlo en persona, y como cualquiera que lo ha conocido, puedo decir que él, aparte de contribuir a la ciencia, ha servido de inspiración a la siguiente generación”, relató.

Si Mostajo tuviera que destacar algo de la mística de Stephen, sería su tenacidad, su demostrativa de lo que verdaderamente es una persona luchadora y profesional. “No se dejó vencer por la enfermedad ni se quedó postrado, desde su posición siguió contribuyendo a su ambiente, a la sociedad y a su rama de experiencia que es la Astrofísica”, resaltó, mientras aceleraba la marcha de ida al trabajo en el Centro Broad de Investigación en Medicina Regenerativa y Células Madre, en San Francisco, California.

Para Rubber Muñoz, físico paceño y técnico del Planetario de la UMSA, Hawking fue un hombre muy valiente, “que ha luchado tantos años contra una enfermedad tan terrible y pese a estar tan enclaustrado en esa situación, ha tenido una mente tan brillante que ha escudriñado los confines del universo, es lo  que más se siente de perder a alguien así”, manifestó reconociendo que el británico dentro del mundo en el que estuvo inmerso fue una superestrella para la ciencia. “Realmente aparecía en todo y no opinaba solo en temas de ciencia, sino de evolución.

Fue una inspiración para muchas generaciones. Yo recién lo pude leer y entender a finales del siglo pasado, y con lo que más me impactó fue con el asunto de la evaporación de los agujeros negros, relacionando la cuántica con la relatividad. Saber que los agujeros negros no son eternos y que con el tiempo, si no tienen mucha fuente externa de material se evaporan, fue un gran descubrimiento”, destaca Muñoz, que entre todas las características de la figura de Stephen resalta que era un brillante matemático: “La matemática es el lenguaje de la ciencia y quien la entiende bien tiene las puertas abiertas para entender el universo”. 

Para el técnico del Planetario, el científico que acaba de perder la humanidad deja un camino que ha servido de cimiento para avanzar un poco más hacia el entendimiento del universo.