“Vivir y comer bien” es el secreto mejor guardado de Silda Vaca, que a sus 97 años no adolece de ninguna enfermedad grave. Dos tazas de café al día, dormir lo necesario y leer el periódico son parte de su rutina

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18 de agosto de 2018, 6:00 AM
18 de agosto de 2018, 6:00 AM

Su caminar es lento y lo hace apoyada en un bastón metálico; a la hora de alimentarse no solo da rienda suelta a sus antojos, sino que demuestra que es de ‘buen diente’ y apenas da señales de que se le borró de la memoria algún dato vinculado a su entorno familiar. Así es doña Silda Vaca viuda de Justiniano, la mujer que a sus 97 años encabeza seis generaciones de su familia, en Montero.

Doña Silda llegó al mundo en suelo warneño el 2 de febrero de 1921 y una vez que estableció su familia con Clovis Justiniano, se trasladó a la comunidad La Esperanza, en el municipio de Montero. En esa comuna nacieron sus seis hijos, Juan de Dios, Mary, Wálter, Mario, Soraida y Celina; cinco de ellos viven en Santa Cruz y una de las hijas decidió migrar a Estados Unidos, pero cada año retorna a su tierra natal para sumarse al festejo por el natalicio de la matriarca de los Justiniano-Vaca. Sus seis hijos le dieron una lista larga de descendientes, entre nietos, bisnietos y tataranietos.

“Hay que vivir bien y comer bien”, dice entre risas la mujer que en sus tiempos mozos no solo trabajó en las labores de la casa, ayudó a la crianza de sus seis hijos, sino que también se dio tiempo para desarrollar sus habilidades en pintura, costura, preparación de horneados, tortas y gelatina para vender y así ayudar a su esposo, excombatiente de la Guerra del Chaco, a sustentar a la familia.

Por esas habilidades, le dieron un ítem para que enseñe artes plásticas en una escuela. Así lo hizo, educó a varias generaciones de estudiantes, fue cofundadora del colegio Coronel Marciliano Montero, en Montero.

Sus gustos

A la hora de alimentarse, no rechaza ningún plato de comida y más aún si está acompañado por ala o pata de pollo, no oculta su preferencia por el picante de pollo y cuando se le antoja una pizza con salsa y queso no necesita decir en voz alta a su hijo Wálter lo que quiere comer, pues solo hace un círculo con los brazos para dar a entender qué quiere cenar.

“Siempre uno tiene su plato preferido”, dice esta mujer, que es gustosa de la salsa gold, disfruta de dos tazas de café al día, se informa de lo que acontece en la región a través del periódico El Norte y enseña a sus descendientes a respetar las buenas costumbres. Su hijo Wálter cuenta que las únicas complicaciones en la salud de su madre son los resfríos fuertes y ese malestar le provoca cierto desánimo, que en alguna oportunidad le dice a su médico de cabecera que ya quiere descansar. “Cuando el médico la escucha decir eso, le dice a mi mamá que nos tiene que acompañar por otros 10 años y ella responde: ‘está bien doctor’”, cuenta el tercero de los Justiniano Vaca y confiesa que en varias oportunidades, junto a sus hermanos, recibieron varias reprimendas de su progenitora.

Doña Silda mira una fotografía donde está junto a su esposo e hijos

Más datos

Pasa ‘revista’

Doña Silda se da modos para levantarse a la medianoche y llegar hasta el dormitorio de su hijo Wálter para ver si está en su habitación. “Viene, abre la puerta, me mira y se retira”, comenta el hijo.

En la sala

En varios rincones de la sala de la casa se observan las pinturas que hizo doña Silda en frascos de vidrio. En ese ambiente, festejan el cumpleaños de doña Silda Vaca Vda. de Justiniano.

Su eterno consejo

“Hay que vivir bien, sin hacer daño a nadie”, es la recomendación que hace la mujer a la persona que se le acerca a saludarla en la puerta del frial La Ternera, que atiende un familiar.