La tecnología para matar marcó este conflicto. Aunque se usó gas mostaza, fue la artillería el arma que más bajas causó. Hoy se cumplen cien años del armisticio. Después del conflicto crecieron el fascismo y el comunismo

El Deber logo
11 de noviembre de 2018, 4:00 AM
11 de noviembre de 2018, 4:00 AM

El 28 de julio de 1914, Austria declaró la guerra a Serbia. Fue el inicio de una pesadilla que desmembró tres imperios y engulló 20 millones de vidas, entre militares y civiles; el inicio de una carnicería que cambió el signo de los tiempos. El siglo XX y dos de sus principales protagonistas -el comunismo y el fascismo- son hijos de la llamada Gran Guerra.

Los bandos

Por un lado, las llamadas ‘potencias centrales’ de Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria y el Imperio Otomano mantenían una alianza, completada también por Italia, que se mantendría neutral al comienzo del conflicto y luego cambiaría de bando.

Por el otro, se erguía la ‘Triple Entente’ de Francia, el Reino Unido y Rusia, con acuerdos auxiliares con Japón y Portugal y que en años posteriores sería ensanchada con Italia y Estados Unidos, entre otros.

Con Serbia amenazada, Rusia reaccionó. Se consideraba a sí misma como defensora de los pueblos eslavos, así que movilizó sus tropas para asistir a Serbia, y entonces Alemania, aliada de los austrohúngaros, le exigió que desistiera. No lo hizo, y Berlín declaró la guerra el 1 de agosto.

El imperio alemán luego exigió a Francia, aliada de Rusia, que se mantuviera neutral en un conflicto que aún parecía limitado. Aunque con dudas, no lo hicieron y movilizaron a las reservas, y Alemania le declaró también la guerra el 3 de agosto, poniendo en marcha el ‘plan Schlieffen’ (diseñado por el mariscal de campo Alfred von Schlieffen) de invasión de Francia a través de Bélgica.

Cuando los alemanes violaron, entonces, la neutralidad belga para atacar a Francia, el Reino Unido, aliado de Bruselas, les declaró la guerra el 4 de agosto, y entonces ya no hubo vuelta atrás y comenzó una guerra total y despiadada que se peleó en Europa, África, Asia e incluso América.

Civiles víctimas

Se trató de la primera guerra de trincheras a gran escala: la única táctica consistía en la acumulación de hombres en las zanjas y el lanzamiento de cargas suicidas sin orden ni concierto.

Se borró la frontera entre la población militar y la civil, desarrollándose tanto en el frente como en las ciudades: hasta entonces, los civiles caídos en las contiendas eran pocos, pero en esta sumaron un tercio de los muertos.

Su cierre en falso (11 de noviembre de 1918, en un vagón de tren en el bosque de Compiégne) propició que 21 años después se desatara otra hecatombe mundial. Solo un apunte positivo: las mujeres salieron por primera vez del ámbito doméstico y empezaron un camino que ya no tendría vuelta atrás.

¿Hubo un momento en el que el viento de la historia pudo haber girado hacia el otro lado?

Sí, al principio, en la batalla del Marne. Si los alemanes hubieran vencido en aquel combate, el devenir de la guerra, y quizá de todo el siglo, podría haber sido diferente, ya que en aquel momento el Reino Unido era militarmente irrelevante y Rusia no se habría atrevido a luchar contra la triunfal Alemania. Pero al oficial francés Joseph Joffre le salió bien la jugada y venció.

Entre guerras

En los años entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial surgió la Sociedad de las Naciones, antecesora fallida de la ONU; se impuso una revolución tecnológica, con aviones, submarinos y armas químicas, nacida en las trincheras; Estados Unidos y Japón comenzaron su verdadero ascenso; Inglaterra perdió protagonismo y se sentaron las bases para la independencia, y futuros conflictos, de los países árabes del Medio Oriente, así como para la creación del Estado de Israel; y se asentaron el fascismo de Benito Mussolini y de Adolf Hitler, y el comunismo de Josef Stalin.

Tags