Viejo calavera trajo premios,  engendró sueños y estará en dvd. Así se filmó  

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7 de enero de 2018, 4:00 AM
7 de enero de 2018, 4:00 AM

[email protected] - Fotos: Socavón Cine

Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron unos cuerpos. Sobre la mesa de disección o en la pantalla se ve Viejo calavera, opera prima de Kiro Russo que en los festivales del extranjero aplaudieron ruidosamente. 

Lo curioso es que en Huanuni, donde el cineasta Kiro Russo empezó a buscar su historia, nadie le creía. Pensaban que era un mentiroso cuando hablaba de filmar una película que jamás empezaba a hacerse. 

Las puertas para filmar parecían cerradas, pese a que en 2009 filmó el corto Juku. Por entonces, se pensó que la filmación trataría temas de seguridad industrial, así que el ingreso a la mina no fue complicado. Con dos días de trabajo con la cámara bastó para contar la historia de un hombre en las profundidades. El corto fue considerado el mejor en el Festival de Cine Latinoamericano de La Plata, en Indielisboa (Portugal) y en el Fireball Green Kaohsiung Film Festival de Taiwán. 

En busca de una historia
Había obstáculos para filmar dentro de la mina. Los hombres que trabajan en sus entrañas tenían que comprometerse a apoyar al equipo durante todo el proceso de filmación. También debían apoyar en los detalles logísticos y hasta pensar en la seguridad de actores y equipo de filmación. Varios gerentes de la empresa, con los que habló Russo, le negaron la entrada. 

Para 2011, cuando llegó la primera temporada que Russo vivió en Huanuni, la historia aún no aparecía claramente. El primer nexo fuerte y la posibilidad de entrar a la mina llegaron con Santiago Sabino Olivares y Narciso Choquecallata,  ambos integrantes del sindicato de mineros. Ambos se desempeñaban en la la cartera de Cultura. 

Russo recuerda esa temporada como un proceso de coordinación muy largo. 

Era necesario explicar pacientemente a los mineros qué es lo que pretendía contar. “Yo quería hacer una ficción, pero a la vez, una transficción. Quería usar las técnicas documentales para finalmente hacer una película de ficción”, explica. 

Hay, además, historias preconcebidas de lo que  la mayoría de la gente, no solo de Huanuni sino de toda Bolivia espera siemver  en la gran pantalla: color, bailes, paisajes bucólicos, folclore. Otros opinaban que se debían hacer retratos en movimiento de la gente trabajando y nada más. 

Otro minero que se interesó en el proyecto fue Edwin Yucra. Además de trabajar en la mina, es fotógrafo. Kiro pasó tiempo con su familia mientras buscaba qué película hacer. 

Todo el proceso fue, durante el tiempo que estuvo en Huanuni, consistió en hacer amigos y preguntar hasta dar con la historia. Mientras eso pasaba, filmó mucho a Edwin y su familia. Grabó el matrimonio d el hermano de Edwin, que empezó a llevarlo a algunos lugares en los que podía filmar. Conoció la comunidad de del papá de Edwin, la de su mamá. La comunidad de Muñipunku, por ejemplo, quedó registrada en el ojo insomne de la cámara de Russo. 

Cuando ya era habitual ver la figura de Russo en la zona, empezaron a llegar las advertencias. A partir de las ocho de la noche, o desde las nueve, le decían, Huanuni se convertía en un lugar peligroso. Las calles se vaciaban para dar paso a los ‘k’olitos’, jóvenes que embeben su tiempo en alcohol y drogas. 

Russo se acercó a estos jóvenes y escuchó sus historias, pero, sobre todo, sintió la brecha que había entre los mineros y estos jóvenes que prácticamente no tienen posibilidad de entrar a trabajar a un socavón. 

4. Yungas. Una parte de la historia transcurre en un clima cálido. 

Ahí está la película 
Viejo calavera empezó en las orillas de la noche, a una hora en que la realidad bien comportada cierra sus puertas y se abren las ventanas del exceso. A través de Israel Hurtado, ‘El Gallo’, Russo conoció a Julio César Ticona, uno de los jóvenes a los que el dedo público señalaba con miedo. 

El ojo de Russo se quedó en los rasgos levemente abotagados de Julio César, en esa taciturnidad que más tiene de joven desencantado que de adulto prematuro. “Esta división generacional, esta imposibilidad de entrar a ser minero y esta falta de futuro me pareció interesante para hacer una película. Era coincidente con muchas de las charla s que tenía yo con los mineros”, recuerda el cineasta. 

La historia está ahí, flotando, y el protagonista está ahí, errando. Se decidió contar la historia de Elder Mamani, un joven que se emborracha con frecuencia hasta que muere su padre, que es minero. Su tío Francisco, que es también su padrino, lo ayuda a ingresar a la mina. La brecha que impide a los k’olitos o borrachines entrar a trabajar al socavón ha sido superada. 

Pero ha sido superada en apariencia, porque el comportamiento errático de Elder Mamani causa tensión entre los mineros. En medio de esa oscuridad en la que vaga, errante, Elder va descubriendo otras zonas más oscuras que están relacionadas con su padrino.  

Esa, en resumen, es la historia. Pero también importan las sensaciones y quizá un poco menos, los actores. Sin embargo, es necesario hacer un casting. Había más de 200 personas ansiosas por probarse frente a la cámara. Algunos mostraron que no podían, como Edwin Yucra, que debía interpretar al padrino del protagonista. 

El papel fue para Narciso Choquecallata, el dirigente de cultura del sindicato. La estrella absoluta fue Julio César Ticona, que mostró una sorprendente habilidad para reflejarse a sí mismo. 

Varios de los que participaron en la historia tienen algún tipo de inquietud artística que suman a su habilidad como mineros. 

2. Seguridad. Los trabajadores solían sugerir lugares de filmaciónmenos peligrosos. No siempre se hacía así. 

3. Luces. La oscuridad es, se podría decir, un personaje más en esta película. 


Mineros y algo más 
Julio César Ticona no es minero, sino albañil. Tiene 31 años y es el mayor de seis hermanos. Algún día quiere convertirse en maestro albañil. “Ahora soy contramaestro nomás. ¿Entrar a la mina? Ahora es difícil entrar, ps. Más tóxico es ya todo. Changuito entré a la mina a vender refresco, a los 14 años”. La vena artística está ahí, latente. En algún momento fue bailarín. Si hay que filmar de nuevo, se filma. Narciso Choquecallata es uno de los mejores paleros de la mina. Los paleros se encargan de tener expedito el lugar de las cargas.  Realiza ese trabajo de 21:00 a 5:00. Trabaja toda la noche. Tiene siete hijos y la música en el cuerpo. Es integrante del Grupo Olivo y se lo reconoce como uno de los mejores folcloristas de Huanuni. “Le mando un audio”, ofrece y la música que brota suena pulcra, intensa, con recursos corales perfectamente utilizados. Un maestro. 

Rolando Patzi tiene un apodo descarnado pero lógico. Cuando vieron por primera vez su flacura hace casi dos décadas, le dijeron ‘Charque’ y así lo conocen hasta hoy. Su papel en Viejo calavera consiste en darle un sermón a Elder, para que encamine su vida. 
Rolando es perforista, uno de los puestos más elevados a los que puede llegar un minero. Ese trabajo significa que ha pasado por todos los anteriores: cañerista, carrilano, enmaderador, palero. 

También tiene la música en el cuerpo. Es bajista de Black Metal Hilaco, una banda que rinde homenaje a un trabajador conocido como Hilaco, que se ha transformado en uno de los tíos más queridos de la mina. Un tío es una especie de deidad tutelar de las profundidades. Los mineros piden al tío que los cuide, que les ayude a encontrar el mineral a veces esquivo, y en ocasiones le dan ofrendas “para que sacie su hambre y no esté comiendo a los trabajadores”, cuenta, en un tono cargado de fe. 

 Estas brevísimas reseñas de la vida de cada minero intentan mostrar que tienen inquietudes artísticas. Todo ese talento se manifestó a finales de 2015, cuando se acercaba ya el momento de filmar. En ese momento ya estaban involucrados en el proyecto de la película el encargado de fotografía, Pablo Paniagua, y el coguionista Gilmar Gonzáles. 


Cineasta y catalizador 
Se cuenta que el cineasta Roberto Rossellini llevó a un equipo de filmación  al sitio de rodaje y empezó a preguntar a los actores cómo debía desarrollarse el argumento. Ninguno de los actores era profesional. 

Kiro Russo menciona al neorrealismo italiano y a Roberto Rossellini como una de sus influencias. Es un cine que muestra condiciones sociales y utiliza actores no profesionales. Julio César Ticona recuerda con orgullo cómo hacía sugerencias a medida que se desarrollaba la filmación. ‘Charque’ suelta una linda frase: “Primeramente, no sé cómo actuábamos”. Esa frase resume la intervención mínima, constante y a la vez permisiva que el director de Viejo calavera imprimió a su obra. 

“Kiro trató de motivarnos, de alentarnos. Cuando le pelábamos en alguna toma, no renegaba. Nos decía qué había que mejorar y  trataba de que actuemos lo más naturalmente posible. Prácticamente con nuestro mismo lenguaje minero”, describe Charque. 

“Por ejemplo, él nos daba la noción de una escena: ‘En esta escena ustedes tienen que llamar la atención a Elder porque le dio un sopapo a su padrino. Ese es el motivo de la escena’. Entonces improvisábamos. Sabíamos improvisar. Estábamos muy nerviosos todos, porque nunca habíamos actuado y somos gente de trabajo. Lo hice con mis propias palabras, lo más natural posible. No hemos sobreactuado. Si teníamos que decir palabras con ajos, lo hacíamos”, cuenta.  

Narciso Choquecallata lo explica así: “No había mucho diálogo. Ellos querían que sea con poco diálogo. Casi real era. No había actuación, un papel que desempeñar. Armaban algo en la mina y podíamos cambiar los diálogos”.  

Otro de los directores admirados por Kiro Russo es Robert Bresson. Tampoco usaba actores profesionales y se concentraba en las miradas, los sonidos, la imagen. 

El guionista Gilmar Gonzáles nota que, para mucha gente, el guión consiste en el diálogo. “En ese sentido, no escribimos diálogos. Surgieron temas que improvisaron los mineros. Era una sorpresa frente a la cámara. Se notaba. Era como si de repente alguien tuviera un chispazo de tranquilidad para hablar normalmente. Eso es el cine. Ese cine nos gusta.  No se impone al mundo una estructura, una forma hecha, sino a partir de una idea o escena, que la gente improvise o sea ella misma. Más bien de lo que se trata este cine es de la expresión de la gente hablando tranquila, de no sentirse invadida por la cámara”.

El cine que nos gusta es de planos largos que evita cortes, dice el guionista. Como una música de principio hasta el fin. No importa que se contradiga, que falle. En la película, los mineros consideran al papá muerto un ejemplo de vida en contraste con Elder, que es un perdido, pero la abuela dice de su hijo: “Me pegaba, me sacaba la plata y me pegaba para tomar con los amigos”. Gonzáles recuerdo que esa línea se inventó ahí mismo. En la edición decidieron mantener esa ambigüedad y dar voz a la abuela, aunque contradiga. Se trata de sus ideas, su imaginario, su espacio. Su mundo, en suma. 

Y también los asiáticos 

Más claves mencionadas por Kiro Russo: John Cassavetes como influencia. Si bien sus guiones lucían sólidos, la actuación no era una interpretación que debía hacerse a gusto del todopoderoso director. Cassavetes estaba dispuesto a modificar aspectos del guión si algún actor lo sugería. 

Otro de los directores admirados los más modernos está David Lynch, un monstruo de la creación que explora no solo el cine, sino la música, la pintura, el diseño y la fotografía. Se ha dicho que Lynch es un buceador de la oscuridad contemporánea, y quizá pueda mencionarse ese punto de contacto con Russo, que se ha confesado fascinado con la oscuridad (aunque ambos términos puedan diferir en ambos cineastas). 

Ese trabajo con la oscuridad, que fue un reto técnico para Pablo Paniagua, fue elogiado por los entendidos. La fotografía de la película fue galardonada en el festival de River Run (EEUU) y después el galardón ADF (Mejor Dirección en Fotografía) en el Fesstival de Cine de la Ciudad de Buenos Aires (Bafici). 

A beneficio de inventario, se puede mencionar que la película obtuvo la mejor fotografía en los premios Fénix, en México, pero el trabajo que busca el interior, la oscuridad, el viaje íntimo, es lo que ha llamado la atención en este filme, que Russo ni siquiera considera de su invención. 
Ha mencionado generosamente varias influencias, y eso que falta nombrar a Andréi Tarkovsky, capaz de manipular el tiempo en cada fotograma. 

Y están los asiáticos, especialmente de la década de los 90, que Russo considera revolucionarios en el cine: Tsai Ming-liang, que jamás abusa de los diálogos, Jia Shangke, el explorador de las oscuridades contemporáneas de China, o Apichatpong Weerasethakul, el tailandés que ha superado las censuras de sus filmes. 

Dedos y llagas

Sí, Viejo calavera es un filme político, pero no panfletario; muestra vidas, no perfiles sicológicos; narra dejando espacio a la sensación y exhibe en sus encuadres una invitación a ensimismarse y meditar más que a ‘dejarse llevar’.  Busca pensar y sentir en boliviano, no en yes, no en Hollywood, no en efectos. 

Por eso, en Huanuni hubo gente que se sintió golpeada: “¡Cómo van a mostrar eso!”. Pero así es la cruda realidad, hermanito, dice Charque, para qué tapar el sol con un dedo.  

Pero hay que poner el dedo en la llaga. Está bien mostrar los temas bolivianos. Está mal que, teniendo un país tan rico en cultura, en diversidad, en historia, “queramos copiar a los gringos o queramos hacer historias al estilo de los gringos sin saber dónde estamos parados”. 

Otro dedo, otra llaga: “Que haya cierto  reconocimiento a la importancia de representar a nuestro país dentro y fuera, para conocernos entre La Paz, Cochabamba, Beni, Santa Cruz, Pando. Ni siquiera entre cambas y collas nos conocemos tanto. Y si hay ley del cine, que la haya, pero no para favorecer a quienes jamás han filmado ni media película.