Sin miedos. La disciplina que trabaja las potencialidades físicas y mentales

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20 de enero de 2019, 4:00 AM
20 de enero de 2019, 4:00 AM

Se desplazan como flotando de un punto a otro, sus cuerpos están acostumbrados a escalar muros, hacer saltos largos o impulsarse hacia arriba, sin más ayuda que su fuerza mental y física.

Esa fuerza, que han ido cultivando con los años, con el ímpetu de la práctica y de hacer uso de la prueba y error para descubrir cómo se compone cada nuevo movimiento hasta la manifestación de sus potencialidades. Estos se producen primero en la mente y luego se materializan en el aire, en el suelo o entre obstáculos. En el parkour, los límites son autoimpuestos y por eso, solo viven en la cabeza de cada traceurs (hombres) y traceuses (mujeres), dedicados a esta disciplina.

La decisión es personal y, aunque parezca una falsa afirmación, cuando una persona decide un salto sobre un muro o de edificio a edificio, los riesgos están eliminados con anterioridad. La razón es la práctica, explica Douglas Vásquez, traceurs cruceño desde hace nueve años.

“Al principio nos costó mucho, acá empezamos sin entrenadores, consiguiendo películas, documentales y videos, que hace nueve años no eran muchos. Copiábamos los movimientos, sin conocer ninguna técnica. Practicando, practicando y practicando. Deshaciéndonos solos de los límites mentales, del miedo”, cuenta Vásquez.

En el descubrimiento de sus propias capacidades motrices, Armando Zayas, traceurs con siete años de práctica, tuvo cierta facilidad por su apego a la práctica de deportes. Él no considera que sea un deporte, porque entre traceurs no existe la competencia, pero sí puede ser visto como un arte o disciplina, porque requiere entrenamiento, constancia y hacerle caso a la intuición.

“En esta disciplina hay que ser muy intuitivo, se debe ir de manera progresiva, al principio eliminando el riesgo de la altura y trabajando poco a poco en perder el miedo”, afirma Zayas.

Saltando obstáculos

También hay otros obstáculos a vencer, y es que quienes desconocen el parkour, sobre todo el que se practica en las calles o aprovechando la disposición de los edificios y las barreras presentes en la calle, puede parecer muy arriesgado, se asustan y hasta nos confunden con personas de malos hábitos, con maleantes.

Y se produce un conflicto, porque casi siempre los vecinos llaman a las autoridades, buscan que alguien los detenga y se oponen a que sus parques o calles sean utilizados para estas demostraciones, el pretexto es que se dañan los bienes públicos.

El Palacio de Justicia, en el centro de Santa Cruz, es conocido en toda Bolivia por su arquitectura ideal para realizar las destrezas del parkour. Se ha convertido en un lugar de práctica y reunión para los grupos de traceurs y traceuses de la ciudad, pero conseguir que los dejen visitarlo regularmente no fue tan sencillo.

“La Policía, que resguarda el Palacio, nos quería convencer que no era el lugar apropiado, pero nosotros con un poco de rebeldía seguimos yendo. Al final fue positivo, porque se dieron cuenta que no hacíamos ningún daño y que nuestro objetivo era entrenar. Ahora nos conocen, nos alientan y parece que hasta disfrutan con lo que hacemos”, indica Vásquez.

Zayas aclara que dentro de su filosofía está el respeto hacia el espacio ajeno, hacia los lugares que utilizan sin intervenir de ninguna manera sobre ellos o afectarlos de manera negativa.

Fue una movida mundial

Las técnicas del parkour y sus principales movimientos fueron desarrollados en Francia por Raymond Belle, que los tomó y modificó del ‘parcours du trace’, cuya traducción es entrenamiento con obstáculos. Ese entrenamiento lo ideó un oficial naval, el francés Georges Hébert, antes de la Primera Guerra Mundial. Con él promovía habilidades atléticas basadas en las que observó de las tribus indígenas de África.

Luego de la guerra, Hébert le dio un nuevo enfoque e hizo que las habilidades técnicas se refuercen con los principios de coraje y altruismo. Además, acuñó la frase que hoy sirve de lema para los atletas, ‘Etre fort pour être utile’, que traducido del francés sería ‘Ser fuerte para ser útil’.

Desde entonces las técnicas han evolucionado, primero modificado por Raymond Belle, que utilizó el entrenamiento para evitar las penurias del orfanato donde vivió desde los siete años y muchos años más tarde, con el sentido que le dio su hijo David Belle, que sumó al movimiento a sus amigos.

Ellos se denominaron los Yamakasi e inspiraron la película del mismo nombre, cuando corrían los últimos años de la década de los 80. Además, el grupo creó los principios de la disciplina, siguiendo los lineamientos dejados por el precursor, Hébert, y su creador, Raymond Belle.

Con David Belle y su grupo, la disciplina se popularizó, especialmente al final de la década de los 90 y principios de los 2000, cuando fueron descubiertos en sus entrenamientos en los parques. Otra decisión importante fue cuando ellos mismos decidieron hacerse visibles, enviando un video a un programa de televisión. De ahí en adelante vinieron las películas, documentales y anuncios televisivos protagonizados por los Yamakasi.

El movimiento salió, rápidamente, de Francia y llegó a muchas ciudades del mundo, formando grupos de seguidores, creadores de movimientos e instructores. Eso explica por qué es una disciplina que se renueva constantemente, que también es afectada con la aparición de modas y nuevas técnicas de desplazamiento, explica Vásquez.

Pruebas y certificados

La única certificación que existe dentro de la disciplina es la que viene con el sello de Inglaterra, bajo el nombre de Parkour Generation. Estos certificados les permiten, a quienes aplican para obtenerlo, la capacidad de impartir la enseñanza y filosofía de la disciplina en todo el mundo, poder instalar una academia y transmitir sus conocimientos a otras generaciones.

Así lo hicieron Zayas y Vásquez, que viajaron hasta Río de Janeiro, Brasil, para realizar las pruebas y lograr la certificación. Juntos han formado la academia Parkour Trace, adaptando los elementos de entrenamientos a un terreno rodeado de naturaleza.

Su academia está en el barrio El Remanso, hasta ahí llegan alumnos de todas las edades y empiezan de cero, igual que ellos hace algunos años. Les enseñan desde los primeros ejercicios hasta que pueden medir mentalmente un salto o un desplazamiento y decidir, antes de empezarlos, qué movimientos y técnicas van a usar para llevarlos a cabo sin riesgos.

La decisión de cuánto quiere avanzar o hasta qué nivel de dificultad se quiere llegar es muy subjetiva, asegura Vásquez y reconoce que en el tiempo que llevan enseñando se han encontrado con talentos innatos para la disciplina. “Muchas veces quedé sorprendido, porque hay personas que realizan en un par de meses, lo que a mí me costó un año”, afirma.

Zayas asegura que la condición física se adquiere con la práctica constante, con exigirse y hacer algunas actividades físicas paralelas, que hagan desarrollar los músculos para aumentar la potencia de los saltos y destrezas.

“Los niños aprenden jugando, porque entendemos que para ellos lo importante es la diversión. Aprenden rápido y, casi sin darse cuenta, en pocos días están saltando vallas o subiéndose a las barras, que forman parte del circuito de entrenamiento de la academia”, describe Zayas.

Realizar esta actividad es beneficioso para todas las personas, porque ayuda en la concentración, en el control corporal, en la capacidad de medir riesgos y, especialmente, a mantener los músculos tonificados.

“No importa el peso que tengás, la estatura o tu contextura física, con el tiempo tu cuerpo se adapta a los movimientos del parkour. Hemos conocido personas que podrían parecer pesados a simple vista, pero a la hora de realizar movimientos tienen una agilidad difícil de encontrar”, expresa Zayas.

Un estilo que se renueva

Para Roberto Benedetti, instructor en Cochabamaba, el movimiento del parkour, a pesar de ser nuevo en Bolivia, tiene gente valiosa en sus filas. Destaca de los traceurs y traceuses bolivianos la capacidad para cumplir con los objetivos del parkour, como hacer del arte un estilo de vida, armar pequeñas comunidades en cada ciudad del país y vivir la libertad de crear y armar sus propias rutinas.

“Entre nosotros no hay egoísmo, lo demostramos en cada encuentro de nuestros grupos, donde compartimos las técnicas y nos integramos para progresar juntos. Siempre tratamos de hacer de estas reuniones un lugar para que todos se sientan parte del grupo”, indica.

La comunidad en Bolivia está siempre abierta a enfrentar nuevos desafíos, a conocerse y sumar nuevas personas. Ese hecho se demuestra en el encuentro anual, cuyas versiones se rotan entre ciudades. Este año será en La Paz y está planificada para julio.

Existen diferentes estilos, hay quienes se enfocan en la precisión, en hacer movimientos efectivos que ayuden a llegar a un objetivo determinado y otros se empeñan en buscar la limpieza, desarrollando coreografías que hagan ver movimientos armoniosos, utilizando más giros, saltos y piruetas en el aire. Para todos es importante ejercitar la capacidad de ser libres, dice Benedetti,

Asegura que en Bolivia hay pocas mujeres dedicadas al entrenamiento de parkour, pero que eso está cambiando y, en los últimos tres años, se han sumado algunas más. “Tal vez eso se deba a que hay riesgos en la ejecución y las mujeres siempre son más precavidas”, explica.

Los factores necesarios

A un entrenamiento de parkour se llevan zapatos cómodos, ropa que permita moverse libremente y una carga enorme de energía, asegura Zayas, y argumenta que esto último es lo más necesario, porque nada se puede mover y menos elevar sin energía.

Nada está dicho respecto a las dietas o cuidados en la alimentación, aunque, en la opinión de Vásquez y Benedetti, es necesario tomar precauciones con cosas básicas, como beber bastante agua y evitar las comidas que puedan tener algún efecto negativo en la salud.

Lo que se debe dejar en casa es el miedo, las limitaciones y las ansias. “Nadie llega al primer entrenamiento y se va a su casa habiendo aprendido algún tipo de salto. Se debe entender que todo es progresivo, que empezamos los movimientos en el piso, que aunque parezca fácil hacer algo, todo se debe a la práctica que ha tenido que pasar esa persona hasta llegar a hacerlo”, afirma Zayas.

En esa línea, Vásquez agrega que la flexibilidad y coordinación llegan poco a poco, haciendo pruebas y sin frustrarse. Vuelve a afirmar que se debe evitar los riesgos, que para lograr un vuelo se debe empezar por aprender a manejar las extremidades.

“Hay cuestiones naturales, cada uno conoce su cuerpo, sabe cómo debe moverse y conoce sus limitaciones. Todo es posible con el parkour, lo importante es nunca dejar de moverse. El movimiento es el que a la larga nos da la capacidad de alcanzar cosas que nos parecían imposibles”, detalla el entrenador.

Los movimientos

En el parkour hay una serie de desplazamientos básicos, que miden la efectividad del entrenamiento. Los encuentros nacionales son las ocasiones especiales para mostrar las invenciones de los atletas o las combinaciones que se han logrado.

“Tenemos retos competitivos, pero no competencias en sí, los principios del parkour son así. Además tampoco podemos ser jactansiosos o hacerle notar a un compañero sus limitaciones. Si venimos aquí a hacer eso, es mejor no hacerlo. Un atleta debe saber que el fin de este arte es compartir no quitar”, asegura.

7. Certificados. Armando Zayas, Douglas Vásquez, Augusto Figuereido y Ariel Mora con sus certificaciones.
8. Prueba. Los atletas de parkour deben pasar por diferentes pruebas a diario.
9. Inicio. En la academia de El Remanso, un alumno demuestra uno de los primeros movimientos que se aprenden.
6. Al aire libre. Junto a otros postu - lantes, los bolivianos hicieron pruebas que incluían rutinas en la playa y el mar.
Mortales. La potencia para ejecutarlos sin tomar carrera es una destreza que une lo físico y mental

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