Poder femenino. trabajan en oficios que en otros tiempos eran considerados poco ortodoxos

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17 de febrero de 2019, 16:00 PM
17 de febrero de 2019, 16:00 PM

Mirá es mujer”, dijeron unos transeúntes al ver a Jacqueline Camacho y Alcira Orellana, madre e hija, trabajando en los cimientos de una obra en proceso de edificación en el Casco Viejo.

Los sorprendidos peatones, como muchos, estaban desinformados de que la presencia femenina en el sector de la construcción fácilmente supera la década.

Es por esa razón que, con ayuda de organizaciones, ellas están sembrando la semilla de la unidad. Hace unos días tuvieron su segundo congreso -el primero fue en La Paz en julio del año pasado-, con la presencia de 60 mujeres de ocho departamentos, en busca de que logren el empoderamiento de sus derechos. La delegación beniana no pudo llegar por los problemas de las inundaciones.

La discriminación salarial, el acoso sexual y la escasa visibilidad han sido detonantes para que las ‘albañiles’, como las llaman, empiecen a organizarse mejor. Quieren que sus ventajas competitivas -ahorrativas, detallistas, etc.- cobren fuerza.

Este oficio les da ganancias más generosas que el de trabajadoras del hogar. “Me conviene más hacer carpintería que matonearme como empleada doméstica, en una semana saco lo que otras en un mes, Bs 2.500, con eso sí me alcanza para mantener nueve muchachos”, justifica Lorena Castro (40), experta en trabajar con la madera, labor que aprendió cuando a su pareja, 20 años mayor, el vigor empezó a decrecerle, y ante la urgencia de mantener a sus cinco hijos y cuatro sobrinos.

La realidad

Anelise Meléndez, responsable del programa de derechos de Red Habitat y coordinadora del proyecto de mujeres constructoras, que trabaja con ONU Mujeres, da un pantallazo de este universo femenino. “Ellas entran por necesidad, la construcción es un sector que no pide título de bachiller o técnico, el oficio se aprende en el proceso, se pasa de uno a otro, es empírico. Las mujeres ingresan, pero el medio es predominantemente machista y las situaciones de acoso sexual y diferencias de pago son evidentes. La falta de organización también fue identificada como un factor que impedía que unan sus voces para reclamar sus derechos, porque esos derechos existen, pero no se cumplen en la medida en que estas mujeres no son conocedoras”, contextualiza.

La Red Hábitat trabaja con las damas de la construcción desde el año 2010, con un importante aporte institucional sobre todo en La Paz y El Alto, desde donde empieza a diseminarse el empoderamiento, porque ya se consolidó Asomuc (Asociación de Mujeres de la Construcción), con miras a que en cada departamento ocurra lo mismo, y también a escala nacional. Desde Asomuc se han presentado a la Asamblea Legislativa Plurinacional varias propuestas de normativa sobre igualdad, mientras que ante el gobierno municipal paceño planteó la necesidad de capacitación técnica.

Un obstáculo con el que cruzan las aspiraciones de las mujeres de la construcción tiene que ver con la pobreza de información estadística. “No hay cifras formales del acoso, estamos en la perspectiva de implementar un observatorio para presentar quejas, pero el hecho de que no haya estadísticas no significa que no exista, tenemos talleres donde cuentan las formas de acoso e incluso violaciones de superiores y personas que ejercen el poder en los espacios de trabajo. El INE acaba de darnos una información muy general, entonces se hace necesario desarrollar un proyecto especial para conocer de qué población hablamos. Solo hay un acercamiento a través de una encuesta de hogares de 2017, dice que, de 470 mil personas que están en la construcción a escala nacional, el 4,5% son mujeres, lo que equivale a 25.000 personas, datos que consideramos conservadores”, opina Meléndez.

Su proyecto maneja otras cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “se estima que la brecha salarial es del 38%, es decir que de cada Bs 100 que gana un hombre, ellas solo reciben 62”, informa.

Aunque algunas trabajan hace 12 años en la construcción, siguen mirándolas como perfectas para la limpieza (solo para la limpieza) de los edificios ya acabados. Los ámbitos en los que se desenvuelven laboralmente son tres: privado, público y familiar. Al menos en La Paz, las instancias públicas las contratan, sin embargo les dificultan el avance o ascenso en el oficio, “la mayoría se dedica a deshierbes y aunque se las capacita no se les reconoce eso”, lamenta Meléndez.

En las grandes edificaciones privadas, con carácter inmobiliario, en gran parte de los casos se las contrata para que limpien la obra ya acabada. “La oportunidad se da especialmente en las construcciones familiares, donde se adjudican obras incluso sin presencia de hombres, para refacciones, pintado, etc.”, explica Meléndez.

Algunas mujeres, como Jacqueline Camacho, creen que tienen las mismas condiciones físicas que los varones para realizar todo tipo de trabajos, hasta los pesados. Sin embargo, por su experiencia desde 2010, Meléndez disiente: “Aunque la mujer pueda alzar toneladas no es su naturaleza, a la larga deriva en enfermedades complejas, tenemos mujeres que cargaron cemento por muchos años y ahora tienen problemas como descenso de la matriz. Como en cualquier sector productivo, a las personas hay que saberles dar oportunidad laboral donde más efectivas sean, y la construcción tiene obra gruesa, y fina. Siempre habrá espacio para ellas en los acabados, revoque, revestimiento, instalación sanitaria, eléctrica, son menos exigentes en fuerza física”, considera.

Claudia Bravo tiene 40 años, dos hijos, y una vasta experiencia en pinturas. Ahora lidera el proyecto Mujeres en la brecha, de la empresa Ribepar, que capacita a féminas en últimas tendencias en decoración. “La iniciativa nació para apoyar a mujeres en riesgo social, en nuestro primer curso planfleteamos y buscamos personas hasta en los centros de acogida. Si bien es un oficio poco ortodoxo para ellas, hay mucha oferta laboral, solo que todavía muchas empresas no se atreven a contratar mujeres, les falta confianza, por más que sean mano de obra calificada. Nuestro objetivo este año es atraer más mujeres para que sepan que no solo pueden ser empleadas domésticas”, explica.

Alcira Orellana, hija de Jacqueline Camacho, tiene 19 años y sigue en el colegio, actualmente en la pre promoción. Abandonó los estudios escolares durante tres años; como penúltima de los diez hijos de Orellana, no tenía con quién quedarse cuando su madre tenía que trabajar en albañilería, acompañando a su esposo. Ganar su propio dinero no la distrajo de la importancia de una carrera, por eso retomó las clases, cuando finalice quiere especializarse en empapelado y pintura. Su progenitora no queda atrás, a los 50 años, Jacqueline tiene en mente cursar algo relacionado con construcciones civiles. “No he podido por falta de tiempo, pero sé que lo haré”, asegura, es que pretende agregar conocimiento académico a su vasta experiencia en electricidad, plomería y pintura.

Jacqueline Camacho, casada y con su esposo como parte del sector, sabe de acoso. “Hace 12 años que estoy en esto y pensar que no era tan jovencita cuando entré, igual sufrí acoso y discriminación”, recuerda.

Los sinsabores no la amedrentan al pensar en su hija, no teme que ella sufra lo mismo, “Trabaja conmigo los fines de semana, cuando se especialice le tocará estar sola, pero no me preocupo porque sabe defenderse, se ha criado en este mundo”, cree.

Las acompaña Ronald Vaca, padre de Alcira y esposo de Jacqueline, orgulloso de ver cómo las mujeres del sector empiezan a empoderarse. “Soy afiliado a la Federación de constructores hace más de 25 años y me ha costado mucho formar un sindicato hasta llegar a ser conocido, me siento muy orgulloso de ver a mi esposa organizándose, ellas tienen todo el derecho de trabajar para ganarse el sustento diario, para el buen mantenimiento de sus hijos”, dice.

Mientras las ‘albañiles’, como indistintamente llaman a las damas que se especializan en múltiples áreas de la construcción, la Red Hábitat sigue poniendo énfasis en sus ejes de trabajo para que el poder femenino se haga sentir. “Las líneas de trabajo que tenemos son investigación, que tiene que ver con diagnóstico de la realidad sociolaboral de estas mujeres; también desarrollamos procesos de capacitación integral, que tienen que ver con desarrollo de habilidades técnicas para la construcción, ahí tenemos estructurados cursos básicos de construcción, cursos especializados de pintura, plomería, revestimientos, refacciones y una capacitación en derechos que permiten a las mujeres empoderarse, tener mucha más autoestima y ser orgullosas de trabajar en el sector”, explica.

Todo este despliegue de esfuerzos es para que el peso que las mujeres de la construcción llevan sobre la espalda, se aliviane con la solidaridad del género. “Las que empiezan a trabajar en este sector son mayoritariamente jefas de hogar, madres solteras, viudas, separadas, es decir que llevan encima la responsabilidad de toda la familia. Ese peso es sobredimensionado, son mujeres que tienen que levantarse cinco de la mañana, hacer el trabajo no remunerado que tiene que ver con dejar la comida lista para los hijos, en la noche volver, lavar la ropa, sin algún tipo de apoyo”, remarca Anelise.

Por ahora, lidian con cosas básicas como tener sus propios vestidores y baños en las construcciones (para evitar el acoso), igual salario y seguro de salud.

Segundo congreso. De mujeres de la construcción, hace pocos días
Solidaria. Claudia Bravo, del proyecto Mujeres en la brecha.
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