Nadie sabe a ciencia cierta cuántos hay. Unos entran y salen, otros nacieron en la cárcel y nunca habían visto el mundo fuera de la muralla. Voluntarios del Movimiento Libertad los sacaron de paseo por primera vez y quieren más salidas

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12 de abril de 2019, 4:00 AM
12 de abril de 2019, 4:00 AM

Treinta niños bajaron del bus, cada uno de la mano de un voluntario. Ni bien pusieron un pie en el bioparque Güembé echaron a correr. Muchos no conocían el mundo exterior, fuera de los muros de Palmasola. Como dice la voluntaria Lisa Mirella Corti, para ellos las tortugas eran como pokemones. “Los que tienen los recursos se van por temporadas con la familia extendida, pero hay otros que nacen ahí (en Palmasola). Sin embargo, a todos les afecta la cárcel, en su desarrollo sicológico y en sus estímulos”.

El Código de Niña, Niño y Adolescente (Ley 548) establece en forma excepcional que la niña o niño que no alcanzó seis años de edad podrá permanecer con su madre (en la prisión), pero en ningún caso en los establecimientos penitenciarios para hombres. Los mayores de esa edad permitida son enviados a centros de acogida o con parientes cercanos y los niños que se quedan no forman parte del presupuesto de la cárcel, pero el régimen les permite visitar/vivir con las madres, aunque las condiciones son bien precarias.

Al no tener la madre un ingreso de trabajo, escasean las medicinas, ropa, comida, productos básicos de higiene, juegos, etc. “No reciben educación integral, sin embargo, cuentan con un Centro de Atención Integral Pedagógica (CAIP) que es estatal y un kínder de arte construido por el Movimiento Libertad. Los recursos son mínimos y todo voluntario o donación es bienvenida”, apunta Lisa.

“De los niños de la cárcel de Palmasola siempre se olvidan todos”, dice Katherine Camacho, directora del Movimiento Libertad al que pertenece Lisa. Ella contó que después de meses de trabajo con las madres recluidas en el penal, explicándoles que el plan era sacar de paseo a los niños y asegurándoles que los traerían de vuelta, lograron contar con su permiso. “Las mamás no querían enviar a los niños, también les daba miedo la piscina, pero entendieron que esta podría ser tal vez la única oportunidad de que sus hijos conocieran una y así fue como en el paseo (a Güembé) la piscina les impactó muchísimo; igualmente pasó con los animales. Ellos solo han visto perros y gatos en toda su vida y quedaron fascinados”, explicó Camacho.

Y es que los niños invisibles de Palmasola viven una realidad totalmente diferente al mundo exterior. “Tienen otro lenguaje al resto de los niños, tienen el lenguaje de prisión y salir de paseo operó un cambio tremendo en ellos”, apunta la voluntaria.

Niños sin memorias ni sueños

El plan es generar un impacto sustentable en el desarrollo integral de los niños y niñas en contexto de encierro, promoviendo salidas a espacios culturales, educativos y recreacionales que estimulen el desarrollo de sus potencialidades.

A un año de que la Policía retomó el control en Palmasola y le arrebató el poder a los mismos reos en medio de una intervención violenta, los niños del penal han creado nuevas memorias de un ambiente fresco, real y natural (gracias a la primera salida que se hizo a Güembé que les regaló las entradas). Antes de salir de excursión, cuando se les pidió que dibujen cómo les gustaría que sea el parque que les piensan construir, los pequeños no sabían qué trazar sobre el papel, no tenían una imaginación fantasiosa o feliz. Después del paseo, se hizo el mismo ejercicio y esta vez sí tenían memorias, ya había un depósito de dónde sacar imágenes que no fueran solamente las rejas y el presidio al que están acostumbrados. En lugar de solo ver peligro y acechanza dibujaron tucanes, tortugas y, por supuesto, ¡una piscina!

En coordinación y con autorización del régimen penitenciario y de las madres privadas de libertad, así como con la participación de los voluntarios de la Nur, se realizó la primera salida solidaria sin retraso y con todo éxito con base en un cronograma que se siguió al pie de la letra y la idea es que haya más paseos, están en carpeta una ida al cine del CBA, al museo de ArteCampo, incluso al Galpón de Arterias Urbanas.

El esfuerzo es para que los niños puedan tener estímulos durante la época en que están en la cárcel sin sentir que son parte del sistema. Para eso es importante que la sociedad, que critica a las madres que mantienen a sus hijos a su lado en Palmasola, sepa que puede aportar. Pueden convertirse en voluntarios o simplemente donar porque la logística para moverlos de paseo requiere bus, merienda y cosas menores. Los interesados pueden llamar al 721-78771 o buscar en Facebook Movimiento Libertad Santa Cruz.

El impacto

“Me llamo Cinthia Romani González, estoy recluida hace tres años de manera preventiva, estoy feliz de que mi hijo haya salido de paseo, ya que él se siente preso como yo. Agradezco a quienes lo

llevaron porque lo hicieron sentir de alguna manera mejor”.

“Soy una interna recluida hace un año y cuatro meses; mi hija vive conmigo. Estoy agradecida por el paseo porque los niños no son los presos, somos nosotras. Si nuestros hijos viven con nosotros es porque no tienen con quién quedarse afuera”, dijo otra madre.