Anthony Bourdain. Ahora solo se puede imaginar que si hubiera vivido un poco más, habríamos visto a este querido chef en los agachados del Avión Pirata, comiendo saice o cangrejitos en Tarija, pique macho en Cochabamba o un fricasé en La Paz. Quedan su sabiduría y entusiasmo

El Deber logo
17 de junio de 2018, 4:00 AM
17 de junio de 2018, 4:00 AM

El chef de Nueva Jersey trabajó durante décadas en los fogones, pero fueron sus artículos y libros y sus programas televisivos los que lo llevaron a la fama. El año 2000 publicó Confesiones de un chef (‘Kitchen Confidential’). 

Su libro, que se tornó un éxito de ventas, relata el lado oculto de las cocinas de restaurantes, con el toque rocanrolero de la vida en Nueva York y de sus múltiples excesos de droga (cocaína, heroína, LSD), alcohol y cigarros, aunque hace años contó que logró superar estos vicios.
 
Planeta gastronómico
A partir de ahí se forjó la imagen de trotamundos, librepensador, hedonista y humanista que lo acompañaría hasta el final de sus días. Lo encontraron muerto el 8 de junio. Suicidio, dijo la Policía. 

Carismático y entusiasta, con brazos tatuados y voz profunda, el canoso Bourdain visitó recónditos rincones del planeta buscando celebrar las tradiciones culinarias más variadas.

En sus viajes privilegiaba los encuentros, los sabores y los momentos especiales frente al refinamiento o la estética.   En su programa, que se emitía en Estados Unidos los domingos por la noche, mantenía conversaciones francas con interlocutores locales, a menudo mientras probaba una especialidad de la región.   

Fanático del jiu-jitsu brasileño -nunca viajaba sin su kimono-, también era conocido por sus compromisos con diversas causas, en favor de la apertura cultural y la integración y en particular contra el acoso sexual en los restaurantes. Era un gran defensor de los inmigrantes en Estados Unidos, con o sin papeles, sobre todo de los miles de latinos que trabajan en restaurantes.

Estas son algunas de las frases que dejó después de haber visitado más de 80 países y de entusiasmar a milliones de televidentes que los seguían. 

Sobre los viajes
"¿Realmente queremos viajar en papamóviles herméticamente sellados a través de las zonas rurales de Francia, México y el Lejano Oriente, comiendo solo en Hard Rock Cafes y McDonalds? Sé lo que quiero. Lo quiero todo. Quiero probar todo una vez ".
No temía meterse a lugares que otras celebridades considerarían peligrosos: "Viajar no siempre es bonito. No siempre es cómodo. A veces duele, incluso rompe tu corazón. Pero eso está bien. El viaje te cambia; debería cambiarte. Deja marcas en tu memoria, en tu conciencia, en tu corazón y en tu cuerpo. Te quedás con algo. Con suerte, dejás algo bueno atrás ".

Planificación
Su experiencia le enseñó que planificar los recorridos al detalle le resultaba extenuante. Se convirtió en un creyente en los accidentes felices.  Insistía en que nunca se encontraría una experiencia de viaje perfecta en la ciudad o la comida perfectas sin la constante disposición de experimentar una mala experiencia. 
“Dejar que ocurra el feliz accidente es lo que muchos itinerarios de vacaciones se pierden. Siempre trato de presionar a las personas para que permitan que esas cosas sucedan en lugar de apegarse a un itinerario rígido"
Siempre dijo que el itinerario está para ser destrozado si aparece algo mejor. Además, repetía: “No es probable que ocurra nada inesperado o maravilloso si tienes un itinerario en París lleno del Louvre y la Torre Eiffel".

Por qué Tokio

Varias veces le preguntaron en qué lugar elegiría vivir. Su respuesta: "Japón es tan diferente de la estética con la que crecí, de la sociedad y la cultura con la que crecí. Lo comparé con mi primer viaje con ácido: nada era igual para mí. Solo quería más. Si tuviera que aceptar vivir en un país, o incluso en una ciudad, por el resto de mi vida, sin abandonarlo nunca, escogería Tokio en un segundo ".

Luego aconsejó que, si alguien tiene 22 años, está en buena forma física, con ganas de aprender y ser mejor, debería viajar lo más lejos posible. “Dormí en el piso si es necesario. Descubrí cómo otras personas viven, comen y cocinan. Aprendé de ellos, donde sea que vayás”.

Por qué ver mundo

Amaba cocinar, pero también los viajes. "Quería patadas, quería el tipo de emociones melodramáticas y escalofríos que había anhelado desde la infancia. Quería el tipo de aventura que había encontrado cuando era un niño en las páginas de mis comics de Tintín. Quería ver el mundo, y quería que el mundo fuera como las películas “. 

En sitios especiales 

"Es una realidad irritante que muchos lugares y eventos desafían la descripción. El templo Angkor Wat y Machu Picchu, por ejemplo, parecen exigir silencio, como una aventura amorosa de la que nunca se puede hablar. Por un tiempo después, uno busca a tientas las palabras, tratando en vano de armar una narración privada, una explicación, una forma cómoda de enmarcar dónde ha estado y qué ha sucedido. Al final, uno se alegra por haber estado allí, con los ojos abiertos, y de vivir para verlo ".

Para sentir los lugares especiales no es posible viajar apresuradamente. “Nos movemos a la velocidad del rayo cuando viajamos, ansiosos por llegar al siguiente lugar sin detenernos a absorber la cultura que nos rodea. Lo ideal es detenerse:   "No tengas miedo de simplemente sentarte y mirar".

Tags