¡Darles sostén! El pecho que antes nos acurrucaba y quien inventaba juegos para que comamos a gusto hoy necesita que le demos un vaso con agua o la comida en la boca. La vejez de nuestros padres es la mejor oportunidad -y la última- para devolver el amor y los cuidados que nos dieron

El Deber logo
29 de abril de 2018, 4:00 AM
29 de abril de 2018, 4:00 AM

Ellos nos acurrucaron, apapacharon, alimentaron, cuidaron y criaron. Nos consintieron desde que nacimos hasta que nos volvimos independientes. Pero con el paso de los años, manifiesta la sicóloga Ana Calvo, los roles se pueden invertir y los padres pasan de ser protectores a requerir protección.

“Si bien nunca dejamos de ser hijos, y lo seremos hasta que el ciclo se cierra y envejecemos, llegado el momento nos toca pasar de ser protegidos a protectores de nuestros papis. Quienes antes velaban por nosotros y ahora necesitan de nuestro cuidado y amparo”, remarca.
Cuando envejecen, ya no son más esos hombres fuertes y estridentes ni esas mujeres de carácter, arriesgadas y capaces de arrasar con todo. Ahora tienen limitaciones y necesitan del cuidado de sus hijos. Incluso, por alguna enfermedad o deterioro físico, intelectual o emocional pueden llegar a ser dependientes en todo sentido. Acá cabe la pregunta, ¿estamos preparados para asumir ese rol?

Cuidar de los padres resulta una labor muy gratificante, aunque en algunas oportunidades supone una tarea ardua y agotadora. El adulto mayor se vuelve muy dependiente a la hora de realizar sus actividades cotidianas y estas circunstancias llevan a la familia a reacomodar los roles, lo que genera modificaciones en la estructura familiar.

Para la sicóloga Claudia Tórrez, llega un momento en la vida en que los padres, al perder su autonomía con el comienzo de determinadas limitaciones físicas o debido a la pérdida de sus facultades mentales en la etapa senil, necesitan que los hijos se convierten en una especie de padres.

La tarea de asumir el cuidado de los papás que envejecen y ya no pueden valerse por sí mismos,  dice la terapeuta familiar, deja atrapados a los adultos en la necesidad de asumir nuevos roles, ocupándose de su atención y asistencia, tratando de no descuidar su familia, su trabajo ni las tareas domésticas. 

“Muchas veces debemos tomar decisiones por ellos y es difícil porque a veces nuestros papás, ya ancianos, no quieren perder su independencia y no obedecen o pretenden seguir haciendo lo que les parece, lo que muchas veces puede ser perjudicial para ellos mismos”, explica Claudia. 

Aumenta la responsabilidad

En criterio de la sicopedagoga Cynthia Rivero los hijos nunca serán padres de sus progenitores; sin embargo, como tal,  no se hace otra cosa más que, si están con problemas de salud o deterioro cognitivos, atenderlos, cuidarlos y sostenerlos, tratando de darles una mejor calidad de vida. Hay que aceptar que pasamos a ser responsables de la vida de nuestros progenitores cuando llegan a la etapa de la ancianidad y requieren de nuestro soporte.

“Lo que hacemos como hijos es atender y sostener hasta que nuestros papás ya no estén entre nosotros. Nunca seremos sus padres; simplemente lo que sucede es que va aumentando el nivel de nuestra responsabilidad en su cuidado”, argumenta.

Agrega que la cantidad de adultos mayores que presentan demencia, deterioro cognitivo o problemas siquiáticos cada vez es mayor y va a seguir aumentando por la mala alimentación, y las malas condiciones en las que se vive actualmente. Por lo tanto, prosigue, el nivel de deterioro fisiológico, sicológico e intelectual de los adultos mayores va a ir en aumento y esto hará más frecuente que hijos se hagan cargo de sus padres.

Situaciones difíciles
Las especialistas coinciden en señalar que las situaciones más complicadas se dan  cuando algún familiar se ve forzado a asumir ciertas tareas sin desearlo, lo que muchas veces genera conflictos que distorsionan el clima emocional entre padres e hijos. 

A fin de evitar estas dificultades, explica Tórrez, es necesario que padres e hijos aprendan a reorientar su relación puesto que se trata de un cambio en las funciones, vale decir, que el que antes ejercía cierta autoridad ahora pasa a ser una persona más dependiente.

Sobre los padres que no han sido muy responsables ni amorosos, Rivero expresa que es difícil la relación porque no sembraron el nivel de respeto, de amor, de cariño, de confianza ni cuidado en la familia, pero brindarles la ayuda que necesitan es una cuestión de calidad humana, de respeto por la vida del otro y además,  forman parte de la historia de sus hijos. Son sus raíces, subraya. 

“Cuando no han sido agradables con uno, no queda otra que resignificar esta situación y plantearlo como el cuidado a un adulto mayor, porque es un ser humano que necesita auxilio, amor y respeto. De alguna manera lo que se hace por el prójimo, trae recompensas”, remarca. 

Para tomar en cuenta

La primera recomendación que dan Tórrez y Calvo es que los hijos escuchen a sus padres, ya que generalmente ellos están capacitados para elegir cómo quieren vivir sus últimos años. También es importante que puedan prestar atención al deseo paterno y aceptar sus sugerencias, siempre y cuando lo que pida sea coherente.

Agregan que los hijos que no están preparados o no disponen de tiempo, lo ideal es delegar la tarea a gente especializada y dejar para la familia otro tipo de acompañamiento vinculado a lo afectivo, como pasear, realizar juego de mesa o compartir el almuerzo, la merienda o la cena.

En general cuando uno queda al cuidado de sus padres en la ancianidad, indica Rivero, se aconseja que los dejen ser lo más independientes posible, evitando hacer cosas que ellos todavía están aptos para realizar, en sus actividades diarias y funcionales, en sus decisiones y planes, dejándolos participar, evitando responder por ellos, sin darles el tiempo a que puedan pensar y resolver sus interrogantes y conflictos.

Deterioro cognitivo

Además, agrega, es fundamental tener en cuenta los factores de prevención del deterioro cognitivo como controles médicos, alimentación saludable con frutas y verduras, sin frituras, comidas chatarras ni gaseosas; mantener un ritmo de sueño y vigilia, tratando de evitar desvelos y un buen nivel de actividad social, cultural, religioso y familiar para que los papás puedan tener mayor grado de independencia y de estimulación por parte de los distintos entornos donde siempre se han desenvuelto.

“La paciencia es fundamental al igual que la contención y la calidez humana que como sus descendientes podamos darle. Hay que tomar en cuenta que son personas que necesitan de nuestra comprensión de nuestro tiempo y de la posibilidad de poder acompañarles guiarles y ayudarles en sus necesidades. No es correcto pensar que son como niños, porque ya han tenido una historia, a los niños hay que educarlos y guiarlos, al adulto mayor hay que sostenerlos”, concluye Rivero. 

En bien de los progenitores

Algunos especialistas brindan estas recomendaciones para darles a los padres, cuando ya son adultos mayores, una mejor calidad de vida:

Si la persona está bien lúcida, hay que escucharla para ver cuál es su deseo y dar lugar a la negociación, priorizando su integridad física y mental.

Si los padres, ya ancianos, desean quedarse en su casa, se puede negociar dejarlos ahí, siempre y cuando esté a cargo de una persona especializada.

Es importante poder mantenerlos en su hogar. Para ellos resultará complicada la adaptación a un nuevo ambiente.

Es fundamental que quien se hace cargo de sus padres también se cuide a sí mismo y que reconozca que tiene necesidad de descansar y de desconectarse de esa rutina de hijo-papá. En algunos momentos puede delegar estas tareas a una tercera persona, sin sentir culpa alguna.

Para los adultos mayores, también es muy importante el aporte que puedan realizar los nietos acompañando, conteniendo y escuchando a sus abuelos. Pueden hacer un plan para pasar una hora por la casa, compartir con ellos un programa de televisión, invitarlos a tomar una merienda a una cafetería o en la misma casa. Un simple llamado de rutina les puede alegrar su día enormemente.