Es un trastorno de ansiedad más común de lo que se cree, ocasionado por el miedo a ser juzgado por los demás, durante las distintas circunstancias de relacionamiento. Puede no detectarse en la infancia, pero se desarrolla en la etapa de la adolescencia y en la adultez

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16 de junio de 2019, 4:00 AM
16 de junio de 2019, 4:00 AM

Evitar las fiestas, las cenas o cualquier tipo de cita que involucre confraternización no es algo del otro mundo. Todos en alguna oportunidad, hasta los más amigueros, se alejaron del mundo por distintas razones. Pero cuando este comportamiento es recurrente, ocasiona problemas laborales, amorosos y familiares, cuando la soledad no es deseada sino padecida y paralizante, es tiempo de ‘parar la oreja’ y tratar de entender qué está pasando, sin juzgar. Es probable que quien atraviese todo esto no haga más que mostrar signos de lo que se conoce como fobia social.

Según la Encuesta de Comorbilidad Nacional de EEUU de 1994, el trastorno de ansiedad social (TAS) es uno de los más comunes, y el tercer trastorno mental con mayor prevalencia (7%-13%) en EEUU. De acuerdo a los datos epidemiológicos del Instituto Nacional de Salud Mental, se estima que 15 millones de adultos estadounidenses sufren TAS. Puede ocurrir en cualquier momento, pero más a menudo en la adolescencia, la adultez temprana, o incluso en la primera infancia. Es más común en mujeres que en hombres en cuanto a población en general, pero en la población clínica, la prevalencia por género es similar o ligeramente mayor en varones.

La timidez temprana es una de las primeras señales. Un 12% de los niños y adolescentes tímidos padecen un trastorno sicológico concreto, la fobia social, que los especialistas describen como un miedo irracional al contacto social que va mucho más allá de la timidez. En esta etapa de la vida, la parte más afectada es el rendimiento académico.

Signos de alarma

En el caso de los infantes, el TAS se manifiesta con timidez acompañada de ataques de ansiedad, con aversión al contacto social (muchas veces paralelamente a los espacios abiertos, que se conoce como agorafobia), y con aptitudes deficientes para estudiar, para tratar con los familiares y para relacionarse con otras personas.

En los adultos puede presentarse sudoración excesiva, rubor, temblor en manos y pies, falta de aire, molestias estomacales, tartamudez, dolor de cabeza, escalofríos o excesivo calor, insomnio, taquicardia, etc.

Las razones

La sicóloga clínica Centa Rek explica que, al ser esta fobia la dificultad de integrarse a un medio social por temor a la mirada y la opinión de los demás, puede deberse a una educación muy estricta, o al contrario, a la sobreprotección. “En todos los casos habla de un proceso fallido de socialización primaria. Tiene que ver con la relación con los padres, pero también puede deberse a fuertes traumas ocurridos durante la niñez. Hay desconfianza y temor hacia los seres humanos y un fuerte componente de inseguridad. Se manifiesta en diferentes grados y tipos de temores. Hay personas que solo temen a una exposición pública mayor, como hablar en público, mientras que otras huyen del contacto público muy personal”, aduce.

La docente de la Universidad Autónoma de Barcelona, Lin Pérez-Calvo, que se encuentra en Bolivia dictando talleres de comunicación no violenta, traída por la Asociación Nuevos Pasos, dice que la ansiedad social tiene mucho que ver con que si en casa se nos juzga. “Teresa de Calcuta decía que si juzgas a la gente no te queda tiempo para amarla. Cuando nos juzgan ya no nos abrimos porque sentimos crítica, que no se nos valora, que nos desenvolvemos en un ambiente de juicios. El juicio empequeñece, coacciona, resta honestidad del otro”, dice.

Si bien todos los seres humanos alguna vez son sometidos al escrutinio público, no todos reaccionan del mismo modo. “Depende de la experiencia y de la sensibilidad. La fobia siempre es miedo a lo que pueda ocurrir, porque ya se ha vivido esa situación. También existen personas con predisposición a la ansiedad”, sostiene.

Lin cree que la intimidad es algo que a todos da un poco de miedo. “Quien diga que no, está mintiendo. Cuando hablas de ti hablas de tu vulnerabilidad, te exponés. Si crees que se te hará daño, no te expondrás, nos enseñan a sentirnos débiles, pero eso es una parte preciosa, la intimidad”, agrega.

Tratamiento

La profesional española cree que un buen primer paso es rodearse de personas que generen sensación de comodidad, más allá de los convencionalismos sociales, y que eso no es una actitud egoísta.

“Si con algunos no tienes esa conexión, no está mal no quedar más con ellos y buscar a los que tocan cosas más profundas. Hago lo que me mueve mi necesidad. El egoísmo es un juicio, cubrir tus necesidades no es egoísmo, tus necesidades de cuidados, estímulos, etc. Uno siempre debe conectarse con uno mismo en primera instancia para poder conectar con los demás”, arguye.

Centa Rek dice que la ansiedad social debe tratarse con terapia. Lin coincide en este punto, pero sugiere, en los casos más severos, apoyarse en un buen siquiatra que prescriba sicofármacos.

La terapia recomendada es cognitivo-conductual, especialmente útil para tratar el trastorno de ansiedad social (TAS). Enseña otras formas de pensar, comportarse y reaccionar ante distintas situaciones para sentir menos ansiedad o temor. Además, también sirve para aprender y practicar a desenvolverse socialmente. Puede ser especialmente útil realizar la terapia cognitivo-conductual en grupos de apoyo, que resultan de mucha utilidad porque permiten descubrir a otros que atraviesan lo mismo.

Si el problema no se toma en serio, algunas personas pueden recurrir al alcohol y otras drogas para reducir temores e inhibiciones en eventos sociales, al punto de sufrir alcoholismo y otros tipos de abuso de sustancias.