El periodista de EL DEBER ya está en España siendo parte de una serie de actividades previas a la entrega del premio. Se quedará allí hasta junio concretando proyectos en el ámbito cinematográfico

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28 de abril de 2019, 4:00 AM
28 de abril de 2019, 4:00 AM

El martes cambiará las cómodas zapatillas y el pantalón de jean por un traje más formal. Por segunda vez Roberto Navia Gabriel va a estar frente a frente con Felipe VI, de cuyas manos recibirá uno de los Premios Internacionales de Periodismo Rey de España, galardón que esta vez obtiene en la categoría de Periodismo Ambiental y Desarrollo Sostenible, por el trabajo Los colmillos de la mafia que realizó junto con un equipo multimedia de EL DEBER y el apoyo de Mongabay Latam.

Dijiste que este premio te llegó como una lluvia bendita, ¿estás pasando por algún momento especial en tu vida?
Es que es un estímulo a los tres tiempos, al pasado, al presente y al futuro. Al pasado porque demuestra que no estuve equivocado cuando hablar de crónica en Bolivia era una palabra desconocida e incluso una mala palabra. Era una especie de locura y ser un Quijote el pretender hacer crónica.

Fue osar traer el espíritu de la literatura al periódico donde la pirámide invertida era la reina de la noche. Para mí, la crónica ha sido un salvavidas porque en la universidad sentí una soledad absoluta y cuando llegué a una sala de redacción y busqué por todos lados y no encontré maestros, me volví a sentir solo. Entonces acudí a las librerías en donde encontré compañía, es así como sigo mi camino afanado en ir más allá de la noticia, en apostar a historias que vayan a perdurar y a generar un interés más allá del día a día. Ahí aparecen la crónica, el periodismo de investigación, el reportaje, la palabra más labrada.

¿Y qué hay del presente y del futuro?
Cuando digo presente me refiero a que sigo atesorando como la primera vez este tipo de trabajos, creo que la sociedad necesita en el presente el gran periodismo de investigación, mucho más ahora cuando existe una embriaguez por la inmediatez y por los asuntos virales y cuando hablan de rescatar el periodismo no se dan cuenta que la única forma de hacerlo es volviendo al ADN del periodismo, que es contar historias. No nos olvidemos de ellas y hagámoslo de la mejor manera, en profundidad y bien escritas. Y cuando hablo de futuro me refiero a que quiero seguir contando historias, este oficio no termina con ganar uno, dos, o tres premios, uno no trabaja para ganar premios, sino para buscar respuesta al por qué ocurren las cosas. Cada día ocurren desastres, catástrofes, el ser humano se encuentra abrumado por una realidad por lo general malévola, ahora más que nunca se necesita del gran y buen periodismo.

Parte de nuestro oficio que es escribir, es también escuchar ¿qué valor le das a ello?
Uno acude a sus entrevistados -fuentes diría la noticia, seres humanos diría la crónica- para que le cuenten cuentos, cuentos en el mejor de los sentidos, y ahí uno tiene que agudizar el oído y no solo ver con los ojos, sino sentir qué están diciendo incluso con el silencio, cómo es la mirada, cómo mueven las manos. Kapuscinsky tiene un libro que se llama Los cinco sentidos del periodista, que para mí son ver, oler, tocar, escuchar, pero sobre todo, el estar, es decir, estar en el lugar, viajar, tocar la puerta, entrar y la única forma de estar es escuchando porque de nada sirve estar en cuerpo presente si es que no estás atento, si no lo estás mirando con el oído. Escuchar es prácticamente un 90% de la faena, de poder rescatar la vida del entrevistado.

¿Qué hacés cuando el texto que estás escribiendo no palpita?
Lo mando todo al carajo (risas). Lo que me quita muchas veces el sueño es que suelo escribir de día y cuando no me palpita el texto como un corazón en la mano, en las noches, me vienen palabras, entonces me levanto y las escribo. Además, la mejor forma de escribir también es borrar y reescribir una y muchas veces, cosa difícil cuando tenés la premura del tiempo. Pero bueno, un texto está cuando está y como ya dije alguna vez, la espera es amarga, pero los frutos son dulces. ¿

Hay alguna historia con la que te sentís en deuda porque aún no la has contado?
Muchísimas. El periodismo está más preocupado en la coyuntura y en las noticias virales y la realidad, que es mayor, los problemas que son gigantes, pasan y no los tomamos, no los investigamos. Por cada reportaje grande que un periodista hace, existen 10 o 20 que no ha hecho. Tengo un montón de deudas con la realidad y con la vida, sobre temas que aparentemente no existen porque no los vemos, porque les pasan a personas, a lugares o a momentos que están en el submundo y estamos más enfocados en los que están arriba, en el poder. Caparrós dice que el periodismo tal como está consiste en que se cuenta a muchos lo que les pasa a pocos y es verdad.

¿Merodeada por tu cabeza el bichito de irte fuera del país?
Sí, tengo ese virus de viajero. He tenido varias posibilidades y siempre he terminado retornando porque siento que las historias están aquí. El año pasado me quedé viviendo dos meses en Barcelona; el deseo y las ganas de vivir en otro país está caliente, solo es (cuestión) que decida cerrar proyectos muy buenos y que no me generen un divorcio con América. Ahora que voy a España voy a tener acercamientos y diálogos con productores y directores. Yo tengo mi propia productora y lo que veo que queda muy bien son las coproducciones, eso te permite atesorar la economía -hacer cine cuesta mucho- y también contar con especialistas de ambos continentes